EL GEN EGOÍSTA

Richard Dawkins

1976/2006 (ed. 30 aniversario, actualizada) The Selfish Gene. Oxford: Oxford University Press

Resumen y traducción: Giovanna Winchkler

El texto original en inglés, del Capítulo 11, puede encotrarse en:

http://www.rubinghscience.org/memetics/dawkinsmemes.html


Se recomienda leer, también, el comentario de Dennett sobre este mismo trabajo:

*DENNETT, Daniel C. MEMES: MITOS, DISENSIONES Y DUDAS


 

 

Nota de la traductora:

Lo que sigue es una traducción sintética, muy escueta, de algunos capítulos de esta obra, en los que su autor define algunos términos relacionados al de "gen" y aclara la posición desde la que habla como biólogo y, luego, de manera más extensa, el capítulo 11, en el que construye su concepto de meme. Si bien me parece importante ponerlo a disposición de todo el equipo, no considero oportuno realizar una traducción más amplia, ya que el libro, cuya primera edición en inglés data de 1976, está traducido al castellano (El gen egoísta, Salvat, 1976/1989). Pero está agotado y en este momento ha resultado inhallable pese a las búsquedas que he realizado.

Interesan las breves nociones de los primeros capítulos porque Dawkins usa su concepto de gen para desarrollar el de meme, asimilando o contraponiendo ambos, en sus distintos aspectos. Remito entre paréntesis tras cada parágrafo al número de página del original inglés de la última edición.

A pesar de que incialmente el concepto de meme fue planteado de manera liviana (Dawkins no tenía intenciones de plantear una teoría de la cultura, como dice explícitamente) y tomado luego por una gran cantidad de autores que lo emplearon (y emplean, como puede verse en la web aún hoy, por ejemplo) de maneras triviales, han habido también otros desarrollos de mayor profundidad, que considero que pueden llegar a resultarnos útiles en nuestra investigación. También se traducirán, en la medida de lo posible, algunos de esos textos, con el objetivo de evaluar, junto a los restantes integrantes del proyecto, la validez de este concepto e instrumento analítico. (G.W.)

 

Capítulo 1: ¿Por qué hay gente?

Mi propósito es examinar la biología del egoísmo y del altruísmo. (p. 1)

En la evolución lo que importa es el bien del individuo (o del gen), no de la especie (o del grupo) (p. 2)

El argumento de este libro es que nosotros, como los demás animales, somos máquinas creadas por nuestros genes. (p. 2)

Es una falacia suponer que los rasgos heredados genéticamente son por definición fijos e inmodificables. (p. 3)

Una entidad, como por ejemplo un babuino, es altruista si se comporta de tal modo que aumente el bienestar de otra entidad a expensas del bienestar propio. La conducta egoista tiene el efecto contrario. “Bienestar” se define como “posibilidades de supervivencia”, aún cuando el efecto sobre las perspectivas de la vida o la muerte sean tan pequeñas como para parecer despreciables. Una de las sorprendentes consecuencias de la teoría darwiniana es que las influencias aparentemente triviales en la probabilidad de supervivencia pueden tener un impacto importante en la evolución. Ello se debe al enorme tiempo disponible para que el efecto de tales influencias se haga sentir.

Estas definiciones de altruismo y egoismo son conductistas, no subjetivas. (p. 4)

…la unidad fundamental de selección, y por lo tanto de auto-interés, no es la especie, ni el grupo ni, aún estrictamente, el individuo. Es el gen, la unidad de herencia. (p. 11)

Capítulo 2: Los replicadores

La “supervivencia del más apto” de Darwin es en realidad un caso especial de una ley más general de supervivencia del estable. El universo está poblado de cosas estables. Una cosa estable es una colección de átomos que es suficientemente permanente o suficientemente común como para merecer un nombre. Puede ser una colección única de átomos (el Matterhorn) o una clase de entidades, tal como gotas de lluvia. Las cosas que vemos alrededor nuestro son, en mayor o menor medida, patrones estables de átomos. (p. 12)

Los átomos pueden unirse en una reacción química formando moléculas, las que pueden ser más o menos estables y más o menos grandes y complicadas (el diamante puede considerarse como una molécula; la hemoglobina es una molécula de proteína formada por cadenas de moléculas más pequeñas, los aminoácidos, cada uno de los que contiene algunas docenas de átomos dispuestos en un patrón preciso. En la serie de cambios por los que pasa, la molécula siempre tiende a alcanzar esa disposición, aún tras millones y millones de destrucciones y reconstrucciones).

Antes de la vida en la tierra, pudo haber habido alguna rudimentaria evolución de moléculas mediante procesos físicos y químicos comunes. No es necesario pensar en un diseño o propósito o dirección. Si un grupo de átomos en presencia de energía cae en un patrón estable, tenderá a permanecer de ese modo. La primera forma de selección natural fue simplemente una selección de formas estables y un rechazo de formas no estables. (p. 13)

Pero de aquí al hombre hay mucho y la teoría de Darwin se aplica a partir del final de la lenta construcción de moléculas.

En su imitación de las condiciones químicas de la tierra en sus inicios, los químicos han colocado las sustancias simples de ese tiempo (agua, dióxido de carbono, metano y amoníaco) en un frasco al que proporcionaron una fuente de energía tal como luz ultravioleta o destellos eléctricos (simulando rayos). Tras unas pocas semanas obtuvieron una débil sopa marrón conteniendo un gran número de moléculas, más complejas que las que pusieron allí originalmente. Encontraron aminoácidos, que son los bloques constructores de proteínas, una de las dos grandes clases de moléculas biológicas…

Procesos análogos a este debieron dar lugar a la “sopa primitiva” que los biólogos y químicos creen que constituyeron los mares de hace tres o cuatro miles de millones de años…(p. 14)

Allí se produjeron las combinaciones de moléculas más grandes…

En algún momento se produjo por accidente una molécula que llamaremos el replicador, que tenía la propiedad de crear copias de sí misma. Piénsese en el replicador como un molde y como una molécula grande, consistente en una compleja cadena de varias clases de moléculas como bloques de construcción. Estos bloques abundaban en la sopa que rodeaba al replicador. Tenían afinidad por otros bloques semejantes, por lo que se adherían entonces unos a otros. Los bloques que se unían de este modo quedaban automáticamente dispuestos en una secuencia que imitaba la del replicador, formando la cadena estable, como la del primer replicador. Este proceso pudo haber continuado como un continuo apilamiento, nivel sobre nivel. Así están formados los cristales. Pueden haberse separado también cadenas, creando otros replicadores.

Una posibilidad más compleja es que cada bloque tenga afinidad por alguna clase particular de bloque, no semejante a él. (p. 15)

En este caso, el replicador actuaría como una especie de negativo, que siempre podía rehacer una copia de su positivo original. Los equivalentes modernos de ese primer replicador, las moléculas de ADN, usan replicación positivo-negativo.

Así, se estableció una nueva clase de estabilidad en ese mundo. (p. 16)

En ese proceso continuo de replicación posiblemente haya habido errores; las moléculas actuales de ADN cometen errores ocasionalmente, y estos errores son los que hacen posible la evolución. Los replicadores originales quizá hayan sido mucho más erráticos y sus errores fueron acumulativos. La sopa primitiva se llenó de una población de réplicas no idénticas, pero algunas variedades de moléculas replicadoras eran descendientes de un mismo ancestro. Algunas variedades eran más estables que otras, menos propensas a volver a separarse; así, podían hacer más copias de sí mismas en un tiempo determinado, alcanzando mayor longevidad. La longevidad llegó a ser una tendencia evolutiva; la población de estas réplicas llegó a ser mayor.

Otra de sus propiedades fue la fecundidad… (p. 17)

La sopa primitiva debió de estar poblada por varias clases de moléculas estables; estables, ya sea porque las moléculas individuales duraban largo tiempo, o porque se replicaban rápidamente, o porque se replicaban con precisión. Las tendencias evolutivas hacia tales tres clases de estabilidad tuvieron lugar en este sentido: si se muestrea la sopa en dos momentos diferentes, la última muestra contendrá una proporción mayor de variedades con elevada longevidad/fecundidad/fidelidad de copiado. Esto es esencialmente lo que un biólogo entiende por evolución cuando habla de seres vivientes y el mecanismo es el mismo: la selección natural.

¿Podríamos llamar a las moléculas replicadoras originales, “seres vivos”? Qué importa. Lo que importa es que son los ancestros de la vida en la tierra. (p. 18)

Diferentes clases de replicadores debieron competir por los bloques. Hubo una lucha por la subsistencia, donde cada error de copia que llegaba a la estabilidad, se preservaba y multiplicaba y se trataba de evitar la estabilidad de los “rivales”, incluso rompiendo moléculas (los bloques pudieron hacerlo químicamente). Otros replicadores quizá construyeron una pared que los protegía o aprendieron a cuidarse. Los replicadores comenzaron ya no meramente a existir, sino a construirse contenedores, como vehículos para asegurar su continuidad. Los replicadores que sobrevivieron se construyeron máquinas de supervivencia para vivir en ellas. La primera máquina de estas fue probablemente no mucho más que una especie de saco protector. Pero estas máquinas se fueron volviendo más complicadas y elaboradas, y más grandes. El proceso fue acumulativo y progresivo.

¿Qué pasó con ellos cuatro mil millones de años más tarde? No están más en la sopa, sino dentro de gigantescos robots, que los tienen sellados del mundo exterior, con el que se comunican mediante tortuosas rutas indirectas y al que manipulan por control remoto. Están en ustedes y en mí; crearon nuestra mente y nuestro cuerpo. La única razón de su existencia es su propia preservación. Han recorrido un largo camino. Hoy los llamamos genes y nosotros somos sus máquinas de supervivencia. (p. 20)

 Capítulo 3: Espirales inmortales

“Nosotros” no significa solamente gente, sino que incluye a todos los animales, plantas, bacterias y virus. (p. 21)

Todos somos máquinas de supervivencia para el mismo tipo de replicador, las moléculas llamadas ADN. (p. 21)

Pero esto no quiere decir que sea el mismo ADN de los replicadores originales; de esos es posible que ya no queden trazas en las máquinas de supervivencia actuales. Nuestros ancestros pueden no haber sido moléculas orgánicas, sino cristales inorgánicos o minerales como pequeños pedazos de arcilla. (p. 21)

Una molécula de ADN es una larga cadena de bloques de construcción, pequeñas moléculas llamadas nucleótidos. Una molécula de ADN consiste en un par de cadenas de nucleótidos enrolladas juntas formando una elegante espiral, la doble hélice. Los bloques de nucleótidos vienen en cuatro clases diferentes, cuyos nombres abreviados son A, T, C, y G. Son los mismos en animales y plantas. Se diferencian por el orden en que están encadenadas (el bloque G de un humano es idéntico al bloque G de una serpiente, pero la secuencia de bloques del humano no sólo es diferente de la secuencia de la serpiente, sino también, aunque en grado menor, lo es respecto de la secuencia de cada otro humano, excepto en el caso de los gemelos idénticos). (p. 22)

El lugar en que se ubica el ADN en nuestro cuerpo, son las células. Tenemos aproximadamente un promedio de mil billones de ellas y, con unas pocas excepciones, cada una contiene una copia completa de nuestro ADN. Este puede considerarse como una serie de instrucciones sobre cómo armar un cuerpo, las que están escritas en el alfabeto A, T, C, G de los nucleótidos. Es como si en cada habitación de un enorme edificio hubiese un libro conteniendo los planos del edificio completo. La “biblioteca” de la célula se llama su núcleo. Estos planos se encuentran contenidos en 46 volúmenes en el caso del humano; este número varía según las especies. Los “volúmenes” se denominan cromosomas. Bajo el microscopio se visualizan como largas hebras, a lo largo de las cuales están dispuestos los genes, en su particular orden. Dónde termina un gen y comienza el otro, es difícil de decidir y no interesa a nuestro propósito en este libro. (p. 22)

Haré uso de la metáfora de los planos del arquitecto, mezclando libremente el lenguaje de la metáfora con el de la cosa. “Volumen” será intercambiable con “cromosoma”, “página” se usará provisoriamente como “gen”, aunque la división entre los genes es menos clara que la de las páginas de un libro. (p.22)

 Cuando esta metáfora se quiebre, introduciré otra. Por supuesto, no existe un “arquitecto”. Las instrucciones del ADN fueron ensambladas por la selección natural. (p. 23)

Las moléculas de ADN se replican, es decir, hacen copias de sí mismas. Aunque de adultos tenemos mil billones de células, al ser concebidos somos una célula única, dotada con los planos del arquitecto. Esta célula se divide en dos y cada una de las dos recibe todos los planos. Por sucesivas divisiones celulares, llegamos a tener el total de células mencionado. En cada división, los planos se copian fielmente, con apenas algún error. (p. 23)

¿Pero, cómo se ponen en práctica esos planos para la construcción del cuerpo? El ADN supervisa indirectamente la manufactura de una clase diferente de molécula, la proteína (una de ellas es, por ejemplo, la hemoglobina). El mensaje codificado del ADN, escrito en el alfabeto de cuatro letras del nucleótido es traducido de una manera mecánica simple en otro alfabeto. Este es el de los aminoácidos, que deletrea nuestras moléculas de proteínas. (p. 23)

La construcción de proteínas es el primer paso hacia la construcción del cuerpo. (p. 23)

Los genes controlan esta construcción y su influencia es estrictamente de una sola vía: las características adquiridas no se heredan. Cada generación comienza desde el principio. Un cuerpo es el medio que usan los genes para preservarse inalterados. (p. 23)

La importancia evolutiva del hecho de que los genes controlan el desarrollo embrionario es que son, al menos en parte, responsables de su propia supervivencia en el futuro, ya que su supervivencia depende de la eficiencia de los cuerpos en los que viven y que han ayudado a construir. Allá lejos y hace tiempo, la selección natural consistía en la supervivencia diferencial de los replicadores que flotaban libres en la sopa primitiva. Ahora, la selección natural favorece a los replicadores que son buenos para construir las máquinas de supervivencia, genes capacitados en el arte de controlar el desarrollo embrionario. Los viejos procesos de la selección natural entre moléculas rivales por su longevidad, fecundidad y fidelidad de copia, siguen adelante tan ciega como inevitablemente. Los genes no son previsores, no planifican. Simplemente son. (p. 24)

En los últimos 600 millones de años, los replicadores alcanzaron notables triunfos en la tecnología de supervivencia, construyendo los músculos, el corazón, los ojos. Pero para ello, alteraron rasgos fundamentales de su vida en cuanto replicadores. (p. 24)

En principio, un replicador actual es altamente gregario. La manufactura de un cuerpo es una empresa cooperativa tan intrincada que es casi imposible desentrañar la contribución de un gen de la contribución de otro. Un gen determinado tiene muchos efectos diferentes en distintas partes del cuerpo. Una parte determinada del cuerpo es influenciada por varios genes y el efecto de cada uno de ellos depende de su interacción con los otros. Algunos genes actúan controlando la operación conjunta de otros. Volviendo a la analogía, cada página determinada del plano hace referencia a muchas partes distintas de la construcción y cada una de las páginas tiene sentido sólo en términos de sus referencias cruzadas a muchas otras páginas. (p. 24)

¿Entonces, por qué no hablamos de “complejo de genes” en lugar de “gen”? La respuesta es que nos interesa hablar de genes por las características particulares de la reproducción sexual. (p. 24)

La reproducción sexual  tiene el efecto de mezclar y revolver los genes. Esto significa que cada cuerpo individual no es más que un vehículo temporario para una combinación efímera de genes. La combinación de genes es efímera, pero los genes mismos son potencialmente muy longevos. Sus patrones se cruzan y vuelven a cruzar constantemente a lo largo de las generaciones. Un gen puede considerarse como una unidad que sobrevive a un gran número de sucesivos cuerpos individuales. Este es mi argumento central. (p. 25)

Antes dije que los planos para construir un cuerpo humano se detallan en 46 volúmenes. De hecho, esto es una simplificación, ya que la verdad es más bizarra. Los 46 cromosomas consisten en 23 pares de cromosomas. Podríamos decir que en el núcleo de cada célula se encuentran archivadas dos series alternativas de 23 volúmenes de planos. Llamémoslos volumen 1a y 1b, volumen 2a y 2b, volumen 23 a y 23 b. (p. 25)

Recibimos cada cromosoma intacto de uno de nuestros dos progenitores, en cuyos testículos u ovario se encuentran ensamblados. Digamos que los volúmenes 1a, 2a, 3a, etc., vienen del padre y los volúmenes 1b, 2b, 3b, etc., vienen de la madre. (p. 25)

Los pares de cromosomas no pasan sus vidas físicamente en contacto unos con otros, ni siquiera cerca. Son “pares” en el sentido en que cada volumen proveniente, digamos, del padre, puede considerarse, página por página, como una alternativa directa a un volumen particular proveniente de la madre. Por ejemplo, la página 6 del volumen 13a y la página 6 del volumen 13 b pueden referirse al color de los ojos; quizás uno dice azul y el otro dice marrón. (p. 25)

Otras veces las páginas alternativas son idénticas. ¿Qué hace el cuerpo en el caso de recomendaciones contradictorias? Según. A veces, una lectura prevalece sobre la otra (la persona tendrá ojos marrones, pero la eventualidad de tener ojos azules, queda para sus descendientes). Un gen que es ignorado de este modo, se denomina recesivo, mientras que su opuesto se denomina dominante. Cuando dos genes no son idénticos, puede llegarse a un resultado de compromiso, como un diseño intermedio o algo completamente diferente. (p. 26)

Dos genes que son rivales en la misma ranura del cromosoma, se denominan alelos el uno respecto del otro. Imaginemos que los volúmenes conteniendo los planos tienen hojas que pueden soltarse y reordenarse, intercambiarse. Cada volumen 13 debe tener una página 6, aunque hay varias posibles páginas 6 que pueden ir entre las páginas 5 y 7 (en el ejemplo, los distintos colores de ojos). Pero cada persona sólo tiene dos cromosomas volumen 13, por lo que en la ranura de página 6 sólo puede haber dos alelos. (p. 26)

Recibimos nuestros genes de nuestros padres; nos vienen dados y no hay cambios posibles. Sin embargo, en el largo plazo, y visto como abstracción, los genes de una población se consideran como un reservorio común. (p. 26)

Volviendo a la división celular normal en dos células nuevas, cada una de las cuales recibe los 46 cromosomas, esta división se llama mitosis. (p. 26)

En la división de las células sexuales, en cambio, lo que se produce es esperma o huevos, únicas células que sólo contienen 23 cromosomas. El proceso es la meiosis, que tiene lugar en los testículos y los ovarios; en él, una célula de 46 cromosomas se divide formando células de 23 cromosomas (en el caso de los humanos). (p. 27)

Durante la manufactura de la esperma, páginas individuales de un volumen (de uno de los padres del productor de la esperma) se separan de éste y se intercambian con las correspondientes del volumen alternativo (o sea, del otro progenitor). Por ejemplo, una célula de esperma particular podría organizar su volumen 1 tomando las primeras 65 páginas del volumen 1a y las siguientes a la página 66 hasta el final, del volumen 1b. Y los otros 22 volúmenes podrían actuar de modos parecidos. Por eso cada célula esperma de un individuo es única, aún cuando todos sus espermas hayan ensamblado sus 23 cromosomas del mismo conjunto de 46. Lo mismo ocurre con los huevos en el ovario, que también son únicos. El proceso de intercambiarse de los cromosomas se denomina entrecruzamiento. (p. 27)

El concepto anterior es muy importante para el argumento de este libro. Si miramos al microscopio los cromosomas en un esperma o huevo, sería imposible identificar los que provienen del padre y de la madre, a diferencia de lo que ocurre con las células comunes del cuerpo. Cada cromosoma en un esperma o huevo, es un mosaico, un remiendo de genes maternales y paternales. (p. 28)

La metáfora de la página del gen comienza a quebrarse aquí. En una carpeta de hojas sueltas, puede insertarse una página, pero no un fragmento de ella. El complejo genético es una larga cadena de letras de nucleótidos, no divididas en páginas discretas de un modo obvio. Hay símbolos especiales para el mensaje de fin de la cadena de proteína y comienzo de la cadena de proteína. Si queremos, podemos definir cada gen como una secuencia de letras de nucleótidos entre los símbolos de comienzo y de fin, codificados para una cadena de proteína. La palabra cistrón se ha usado para una unidad así definida y algunos usan el término de modo intercambiable con “gen”. Pero el entrecruzamiento no respeta los límites entre los cistrones. Las divisiones pueden ocurrir tanto dentro de los cistrones como entre ellos. Los cistrones no tienen longitud fija. La única manera de decir dónde termina uno y comienza otro, es leyendo los símbolos de comienzo y fin de mensaje. En el entrecruzamiento se cortan e intercambian porciones compatibles, independientemente de lo que esté escrito en ellas. (p. 28)

La palabra “gen” del título de este libro no alude a un  único cistrón, sino a algo más sutil. La defino siguiendo a Williams, como: cualquier porción de material cromosómico que tiene la potencialidad de durar por una suficiente cantidad de generaciones como para servir como unidad de selección natural. Decíamos que un gen es un replicador con alta fidelidad de copia. (p. 28)

Fidelidad de copia es otra manera de decir "longevidad en la forma de las copias", que voy a abreviar como "longevidad". (p. 29)

Según cualquier definición, el gen tiene que ser una porción de un cromosoma. La cuestión es: ¿cuánto del cromosoma? Imaginemos una secuencia de letras de código. Llamémosla unidad genética. Podría ser sólo una secuencia de diez letras dentro de un cistrón; podría ser una secuencia de ocho cistrones; podría comenzar y terminar en el medio del cistrón. Se superpondrá a otras unidades genéticas. Incluirá unidades menores y formará parte de unidades mayores. No importa cuán grande sea. Para los propósitos de este argumento, esto es lo que llamamos unidad genética. No es más que un trozo de cromosoma, físicamente no diferenciable, por ningún medio, del resto del cromosma. (p. 29)

Ahora el punto importante es: cuanto más corta es la unidad genética, tanto más, midiendo en generaciones, tenderá a vivir. En particular, tanto menos tenderá a quedar dividida por un entrecruzamiento. (p. 29)

Respecto de mi uso de la palabra “crear”: Las subunidades más pequeñas que forman parte de la unidad genética pueden haber existido desde hace mucho. Nuestra unidad genética fue creada en un momento particular, sólo en el sentido de que la disposición particular de las subunidades que la definen, no existía hasta ese momento. Pero si consideramos una unidad genética muy pequeña, puede haberse ensamblado por primera vez en un ancestro muy distante, quizás un ancestro prehumano, como los simios. Y una unidad genética pequeña dentro de uno, puede llegar hasta la misma distancia en el futuro, pasando intacta a través de una larga línea de descendientes. (p. 30)

Recuerden que los descendientes de un individuo no constituyen una única rama. Una de mis unidades genéticas puede estar presente en mi prima segunda, en usted, en el primer ministro o en su perro, ya que todos compartimos ancestros muy atrás. (p. 30)

Esta pequeña unidad puede haberse ensamblado varias veces independientemente, por azar: si es muy pequeña, la coincidencia es más probable. (p. 31)

El azar de reunirse en el entrecruzamiento las previamente existentes subunidades, es la manera usual en que se forma una nueva unidad genética. Otro modo es la llamada mutación puntual, que constituye un error correspondiente a una única letra mal impresa en un libro. Es rara, pero cuanto más larga es la unidad genética, más probable es que sea alterada por mutación en algún lugar de su longitud. (p. 30)

Otra mutación importante es la llamada inversión, que tiene importantes consecuencias a largo plazo. Una pieza de cromosoma se separa en sus dos extremos, da un giro y se vuelve a ensamblar en la posición inversa. En la analogía que habíamos tratado, esto requeriría una renumeración de las páginas. Pero algunas veces lo que ocurre es que el cromosoma se vuelve a juntar en partes completamente distintas o, incluso, se junta con otro cromosoma. Lo que equivale a la transferencia de un montón de páginas de un volumen a otro. La importancia de esta clase de error es que, si bien en general es desastroso, puede llevar ocasionalmente al enlace de piezas de material genético que trabajan bien juntas. Quizás dos cistrones que tienen efectos benéficos sólo cuando ambos están presentes (se refuerzan o complementan de algún modo) se enlazan mediante inversión. Entonces la selección natural puede tender a favorecer la nueva unidad genética así formada y la diseminará a la futura población. Es posible que los complejos de genes hayan sido, a través de años, reorganizados o “editados” de esta manera. (p. 31)

Uno de los ejemplos más claros de lo anterior es el fenómeno conocido como mimetismo (como la mariposa que se mimetiza como otra de mal sabor, para que no la coman los pájaros: ambas tienen ya los mismos colores y formas, pero sólo una sabe mal). (p. 31)

Lo anterior no puede deberse a un único gen, pero sí al resultado de reorganizaciones del material genético, de genes que originariamente eran individuales pero que se convirtieron en un grupo de enlace en el cromosoma…(p. 32)

Selección natural, en su forma más general, alude a la supervivencia diferencial de entidades. Para que unas entidades puedan vivir y otras morir, con impacto en el mundo, tiene que darse la condición de que cada entidad exista bajo la forma de montones de copias y, al menos algunas entidades sean capaces de sobrevivir, bajo la forma de copias, por un lapso de tiempo evolutivo significativo. Las unidades genéticas pequeñas tienen estas propiedades; los individuos, los grupos y las especies, no. Lo que hice hasta aquí es definir al gen como una unidad que, en gran medida, se aproxima al ideal de particularidad indivisible. (p. 33)

Un gen no es indivisible, pero rara vez es dividido. Está definitivamente presente o definitivamente ausente en el cuerpo de un individuo. Viaja intacto a través de las generaciones. Si los genes estuviesen cruzándose continuamente, la selección natural, tal como la entendemos, no sería posible. (p. 34)

Otra particularidad del gen es que no envejece (p. 34)

Los genes son inmortales. (p. 34)

Pero no cada individuo, físicamente, sino en las copias. (p. 35)

Que un gen sea bueno o malo, depende de su desempeño en su ambiente, el cual consiste en los demás genes del reservorio genético. Cada gen es seleccionado por su capacidad de cooperar con su ambiente compuesto de otros genes. (p. 39)

La piedra angular de mi argumento a favor del gen como unidad mínima de la selección natural (contra la selección individual; del grupo; de la especie) es el supuesto de que los genes son potencialmente inmortales, mientras que los cuerpos y otras unidades mayores son temporarios. (p. 40)

 Capítulo 4: La máquina de genes

La evolución de la capacidad de simular parece haber culminado en la consciencia subjetiva. Pero por qué debía ocurrir así es un misterio. No hay razón para suponer que las computadoras son conscientes cuando simulan, aunque en el futuro puedan llegar a serlo. Quizás la consciencia surja cuando la simulación del mundo que realiza el cerebro se vuelva tan completa que incluya un modelo de sí misma. Obviamente, el cuerpo de una máquina de supervivencia debe constituir una parte importante de su mundo simulado; quizá por ello la simulación misma puede haber sido considerada como parte del mundo a simular. Otra palabra para lo mismo es “autoconsciencia”, pero no creo que sea una explicación totalmente satisfactoria de la evolución de la consciencia, en parte porque implica un regreso infinito (si hay un modelo del modelo, ¿por qué no iba a haber un modelo del modelo del modelo…?) (p. 59)

Cualesquiera sean los problemas filosóficos suscitados por la cuestión de la conciencia [consciousness], para los propósitos de esta obra puede considerarse que la conciencia es la culminación de una tendencia evolutiva hacia la emancipación de las máquinas de supervivencia en cuanto decisores ejecutivos de sus amos, los genes.

Estoy tratando de construir la idea de que la conducta animal, egoísta o altruista, está bajo el control de los genes solamente en un sentido indirecto, pero poderoso. Al imponer el modo en que las máquinas de supervivencia y sus sistemas nerviosos están construidos, los genes ejercen el mayor poder sobre la conducta. Pero las decisiones de cada momento respecto de qué hacer, las toma el sistema nervioso. (p. 60)

 Capítulo 6: Geneticidad

¿Qué es el gen egoísta? No es simplemente un único trozo físico de ADN sino, como ocurría en la sopa primitiva, es todas las réplicas de un gen particular, distribuidas por el mundo. Lo que intenta hacer este gen, es tratar de ser más numeroso en el reservorio de genes y lo hace ayudando a los cuerpos en los que se encuentra a programar su supervivencia y reproducción. (p. 89)

Capítulo 11: Memes, los nuevos replicadores

La mayor parte de lo que hace al hombre único entre los animales, puede resumirse en una palabra: cultura. No empleo el término en su matiz snob, sino en el sentido en que lo usan los científicos. La transmisión cultural es análoga a la transmisión genética en que, aún siendo básicamente conservadora, puede permitir la emergencia de una forma de evolución. Chaucer no podría tener una conversación con un inglés actual a pesar de que esté ligado a él por una cadena ininterrumpida de unas 20 generaciones de ingleses, cada uno de los cuales podía entenderse con sus vecinos inmediatos en la cadena, tal como lo hacen padre e hijo. El lenguaje “evoluciona” por medios no genéticos y en una proporción de una magnitud mucho mayor que la evolución genética. (p. 189)

La transmisión cultural no es privativa del hombre. Por ejemplo, en el canto de ciertos pájaros de N. Zelandia (según un estudio de Jenkins), se pueden detectar variaciones de un modo similar a la variación en el lenguaje humano: en el cambio del tono o en la repetición de una nota, en la elisión de notas, en la combinación de partes de cantos existentes. La aparición de la nueva forma es un evento abrupto y el producto ha sido muy estable durante un período de años. Además, en una cantidad de casos, la variante se transmitió con precisión a los jóvenes, de tal modo que se desarrolló un grupo coherente de cantores de la misma canción. El autor del estudio (Jenkins) se refiere a los orígenes de las nuevas canciones como “mutaciones culturales”. (p. 190)

O sea, que estas canciones se transmiten de modos no genéticos. (p. 190)

En los humanos, el lenguaje, las modas en la vestimenta y la alimentación, las ceremonias y las costumbres, el arte y la arquitectura, la ingeniería y la tecnología, se desarrollaron en tiempos históricos de un modo que se parece a una evolución genética muy acelerada. Como en ésta, el cambio puede ser también progresivo. En algún sentido, la ciencia actual es mejor que la ciencia antigua. No sólo cambió nuestra comprensión de los cambios del universo a lo largo de los siglos, sino que mejora. Hay que admitir que el actual florecimiento de estas mejoras se puede datar no más allá del renacimiento, que fue precedido por un período de estancamiento en el cual la cultura científica europea se congeló en el nivel que habían alcanzado los griegos. La evolución genética puede proceder también a la manera de breves brotes entre mesetas estables. (p. 190)

La analogía entre las evoluciones cultural y genética se ha señalado repetidamente, algunas veces en el contexto de alusiones místicas. La analogía entre el progreso científico y la evolución genética por selección natural fue expuesta especialmente por Popper. También por el genetista Cavalli-Sforza, el antropólogo Cloak y el etólogo Cullen. (p. 190)

Como entusiasta seguidor de Darwin, me he sentido insatisfecho con las explicaciones que mis colegas igualmente entusiastas han ofrecido acerca de la conducta humana, cuando han tratado de buscar “ventajas biológicas” en varios atributos de la civilización. Por ejemplo, vieron a la religión tribal como un mecanismo para solidificar la identidad de grupo, valiosa para especies que cazan en bandas, cuyos individuos se basan en la cooperación para poder atrapar presas grandes y veloces. El preconcepto evolucionista utilizado para estas teorías es muchas veces partidario implícito de la selección grupal (vs. genética individual); sin embargo, sería posible reformular estas teorías en términos de la selección genética ortodoxa. El hombre pudo haber pasado grandes porciones de los últimos millones de años viviendo en pequeños grupos de parentesco. La selección de parentesco y la selección favorecedora del altruismo recíproco pudieron haber actuado sobre los genes produciendo muchas de nuestras tendencias y atributos psicológicos básicos. Estas ideas son plausibles, pero considero que no alcanzan a tocar el formidable desafío de explicar la cultura, su evolución y las inmensas diferencias de las distintas culturas del mundo. Creo que tenemos que comenzar de nuevo e ir a los primeros principios. El argumento que debo avanzar, aunque parezca sorprendente si consideramos los capítulos anteriores, es que, para comprender la evolución del hombre moderno, debemos comenzar por descartar el gen como única base de nuestras ideas sobre la evolución. Soy darwinista entusiasta, pero creo que la teoría de Darwin es demasiado grande para confinarla a los límites del gen. El gen entrará a mi tesis como analogía, nada más. (p. 191)

Después de todo, ¿por qué son tan especiales los genes? Porque son replicadores. Se supone que las leyes de la física son verdaderas en todo el universo accesible. ¿Tiene la biología principios que tengan semejante validez? ¿Podrán los astronautas, cuando viajen a planetas distantes buscando vida, encontrarse con criaturas demasiado extrañas y no terráqueas, como para imaginarlas? No obstante: ¿ hay algo que deba ser válido para toda forma de vida, donde sea que se encuentre y cualquiera sea su base química? Si existen formas de vida cuya química está basada en la silicona y no el carbón, o en el amoníaco en vez de agua, si encontraran criaturas que hierven a 100 grados o que no basan su vida en la química sino en circuitos electrónicos, ¿podría aplicarse algún principio general válido para todas las formas de vida? Obviamente, no sé, pero si tuviese que apostar, pondría mi moneda sobre un principio fundamental: la ley según la cual toda vida se desarrolla por la supervivencia diferencial de entidades replicadoras.1 El gen, la molécula de ADN es la entidad replicadora que prevalece en nuestro planeta. Puede haber otras. Si las hay, considerando las condiciones del caso, tenderán inevitablemente a convertirse en la base de un proceso evolutivo. (p. 192)

Pero, ¿tenemos que ir a mundos distantes para encontrar otras clases de replicadores y, en consecuencia, otra clase de evolución? Yo creo que una nueva clase de replicador emergió en nuestro propio planeta recientemente. Aún está en su infancia, navegando pesadamente en su sopa primitiva, pero ya está en un cambio evolutivo cuya velocidad deja atrás resollando al viejo gen. (p.192)

La nueva sopa es la sopa de la cultura humana. Necesitamos un nombre para el nuevo replicador, tal que conlleve la idea de unidad de transmisión cultural, o unidad de imitación. “Mimeme” viene de una raíz griega y es conveniente, pero quiero un monosílabo que suene un poquito como “gen”. Mis amigos clasicistas me perdonarán si abrevio “mimeme” a meme.2 Si sirve de consuelo, puede pensarse en ello como relacionado con “memoria” o a la palabra francesa même. (p. 192)

Ejemplos de memes son: tonadas, ideas, consignas publicitarias, modas de ropa, modos de hacer cerámica o de construir arcos. Así como los genes se propagan saltando de cuerpo a cuerpo en la esperma o en los huevos, así los memes se propagan saltando de cerebro a cerebro en un proceso que, en un sentido amplio, puede llamarse imitación. Cuando un científico oye o lee acerca de una buena idea, la pasa a sus colegas y alumnos. La menciona en sus artículos y clases. Si la idea prende, puede decirse que se propagó, dispersándose de cerebro a cerebro. Como lo resumió mi colega Humphrey en un borrador anterior de este capítulo, “los memes deben considerarse como estructuras vivientes, no sólo metafóricamente, sino también técnicamente”.3 Si usted planta un meme en mi cerebro, usted literalmente parasita mi cerebro, convirtiéndolo en vehículo para la propagación del meme, del mismo modo que un virus puede parasitar el mecanismo genético de una célula huésped. Y esto no es sólo un modo de hablar; el meme para, digamos “creencia en la vida después de la muerte” está siendo realizado físicamente, millones de veces, como una estructura en el sistema nervioso de humanos individuales en todo el mundo. (p. 192)

Consideren la idea de dios. No sabemos cómo surgió en el reservorio de memes. Probablemente se originó varias veces por “mutación” independiente. En todo caso, es en verdad, muy vieja. ¿Cómo se replica? (p. 192) Mediante la palabra hablada y escrita, ayudada por buena música y buen arte. ¿Por qué tiene tan alto valor de supervivencia? Recuerden que “valor de supervivencia” no significa aquí el valor de un gen en el reservorio genético, sino el valor de un meme en el reservorio de memes. Realmente, significa: ¿qué es lo que le da a la idea de dios su estabilidad y penetración en el ámbito cultural? El valor de supervivencia de un buen meme en el reservorio de memes resulta de su gran atractivo psicológico. Proporciona una respuesta superficialmente plausible a cuestiones más profundas y turbadoras sobre la existencia. Sugiere que las injusticias en este mundo pueden rectificarse en el próximo. Los “brazos eternos” sostienen una almohada contra nuestras propias inadecuaciones y, como un placebo de un médico, es efectivo pese a ser imaginario. Estas son algunas de las razones de por qué sucesivas generaciones de cerebros individuales copian tan fácilmente la idea de dios. Dios existe, aunque sea solo en la forma de un meme de alto valor de supervivencia o de poder de infección en el ambiente provisto por la cultura humana. (p. 193)

Algunos de mis colegas me han sugerido que esta exposición del valor de supervivencia del meme dios da por sentado lo que debía probar. De últimas, ellos siempre quieren retroceder a la “ventaja biológica”. No consideran suficiente decir que la idea de dios tiene “gran atractivo psicológico”. Quieren saber por qué tiene gran atractivo psicológico. Atractivo psicológico alude a cerebro y el cerebro está conformado por la selección natural de los genes en los reservorios genéticos. Ellos quieren encontrar el modo en que, teniendo un cerebro así, se aumente la supervivencia de los genes. (p. 193)

Simpatizo mucho con esta actitud, y no dudo de que haya ventajas genéticas en tener cerebros de la clase del que tenemos. Sin embargo, creo que estos colegas, si miran cuidadosamente los fundamentos de sus propios supuestos, hallarán que dan por supuestas tantas cuestiones como yo. La principal razón de por qué es una buena política para nosotros el tratar de explicar los fenómenos biológicos en términos de ventaja genética, es que los genes son replicadores. Tan pronto como la sopa primitiva proveyó las condiciones en las que las moléculas pudieron hacer copias de sí mismas, los replicadores tomaron el mando. Por más de tres mil millones de años, el ADN fue el único replicador en el mundo que valga la pena mencionar. Pero no necesariamente mantiene el derecho a este monopolio para siempre. Siempre que se dan las condiciones en las que una nueva clase de replicador pueda hacer copias de sí mismo, los nuevos replicadores tenderán a hacerse cargo y comenzará una nueva clase de evolución. (p. 193) Una vez comenzada, no tendrá que ser sierva de la anterior. La vieja evolución por selección genética, al hacer cerebros, proporcionó la sopa en la que surgen los primeros memes. Una vez que emergieron los memes autocopiantes, se inicia su propia clase de evolución, mucho más veloz. Nosotros los biólogos hemos asimilado la idea de evolución genética tan profundamente que tendemos a olvidar que es sólo una de las posibles formas de evolución. (p. 194)

Imitación, en el sentido amplio, es como los memes pueden replicarse. Pero del mismo modo en que no todos los genes se replican con  éxito, así también hay memes que son más exitosos que otros. Este es el análogo de la selección natural. Ya he mencionado ejemplos particulares de las cualidades que hacen a una alta supervivencia de los memes. Sin embargo, en general, deben ser las mismas que las que expuse para los replicadores del capítulo 2: longevidad, fecundidad y elevada capacidad de copia. La longevidad de una copia determinada de un meme es probablemente poco importante, como en el caso de una copia cualquiera de un gen. La copia de una tonada que existe en mi cerebro durará sólo por el resto de mi vida.4 La copia de la misma tonada que está impresa en un libro de tonadas que guardo, es poco probable que dure mucho más. Pero yo espero que haya copias de esta tonada en papel y en los cerebros de la gente para que dure por siglos. Como en el caso de los genes, la fecundidad de copias particulares es mucho más importante que su longevidad. Si el meme es una idea científica, su dispersión dependerá de cuán aceptable sea para la población de científicos individuales; una medida grosera de su valor de supervivencia puede obtenerse contando la cantidad de veces que se refieren a ella en una revista científica.5 Si es una tonada popular, su dispersión a través del reservorio de memes puede medirse por el número de personas que la silban por la calle. Si es un estilo de zapatos de mujer, el estudioso memetista puede usar las estadísticas de ventas. Algunos memes, como algunos genes, alcanzan un brillante éxito de corto plazo al dispersarse rápidamente, pero no duran mucho. Ejemplos son las canciones populares y los tacones puntiagudos. Otros, como las leyes religiosas judías, pueden continuar propagándose por miles de años, en general por el gran potencial de permanencia de los registros escritos. (p. 194)

Esto me lleva a la tercera cualidad general de los replicadores exitosos: la fidelidad de copiado. Aquí debo admitir que estoy en terreno movedizo. A primera vista, pareciera que los memes no son replicadores de alta fidelidad. Cada vez que un científico oye una idea y la pasa a algún otro, es fácil que cambie algo. (p. 194) No oculté en este libro mi deuda con R. L. Trivers, aunque no repetí sus ideas textualmente. Las he retorcido como convenía a mis propósitos, cambiando el énfasis y mezclándolas con mis propias ideas y con las de otros. Usted recibe los memes en forma alterada. Esto no se parece para nada a la transmisión genética, divisible, de cualidad todo o nada. Pareciera, en cambio, que la transmisión de memes está sujeta a continua mutación y también a cruzamientos. (p. 195)

Es posible que esta apariencia de indivisibilidad sea ilusoria, y que la analogía con los genes no se quiebre. Después de todo, si consideramos la herencia de muchos caracteres genéticos tales como la altura o el color de la piel de una persona, ello no parece ser el trabajo de genes indivisibles y que no se cruzan. Los hijos de padres negro y blanco no resultan negros o blancos, sino intermedios. Esto no significa que los genes implicados no sean divisibles. Lo que pasa es que hay tantos que se relacionan con el color de la piel y cuyo efecto es tan pequeño, que parecen cruzarse. Hasta aquí he hablado de memes como si fuese obvio en qué consiste un meme en cuanto unidad simple. Por supuesto que está lejos de ser obvio. He dicho que una tonada es un meme, pero ¿qué es entonces una sinfonía? ¿De cuántos memes se compone? ¿Es cada movimiento un meme, lo es cada frase o melodía reconocible, cada barra, cuerda, o qué? (p. 195)

Recurro a la misma triquiñuela verbal que en el capítulo 3. Allí había dividido el “complejo genético” en unidades genéticas grandes y chicas y en unidades dentro de unidades. El “gen” no se definió de una manera rígida tipo todo o nada, sino como una unidad de conveniencia, un largo de cromosoma con suficiente fidelidad de copiado como para servir de unidad viable de selección natural. Si una frase única de la 9ª sinfonía de Beethoven es suficientemente distintiva y memorable como para que la hayan abstraído del contexto de la sinfonía y usado como cortina de una intrusiva y exasperante estación de radio europea, entonces en esa medida merece ser considerada un meme. De paso, digamos que disminuyó materialmente mi capacidad de disfrutar de la sinfonía original. (p. 195)

Del mismo modo, cuando decimos que todos los biólogos creen actualmente en la teoría de Darwin, no queremos decir que cada biólogo tenga grabado en su mente una copia idéntica a las palabras exactas de Darwin. Cada individuo tiene su propia manera de interpretar las ideas de Darwin. Probablemente no las aprendió de los propios escritos de Darwin, sino de autores más recientes. Mucho de lo que Darwin dijo es, de hecho, erróneo. Si Darwin leyese este libro, difícilmente reconocería en él su propia teoría, aunque creo que le gustaría lo que hice con ella. (p. 195) Sin embargo, pese a todo esto, hay algo, alguna esencia de darwinismo que se presenta en la cabeza de cada individuo que comprende la teoría. Si no fuese así, entonces casi ningún dicho sobre dos personas que están de acuerdo, tendría sentido. Una “idea meme” podría definirse como aquella entidad que puede transmitirse de un cerebro a otro. El meme de la teoría de Darwin es por lo tanto aquella base esencial de la idea que se mantiene como la que es común en todos los cerebros que comprendieron la idea. Las diferencias en la manera en que la gente representa la teoría no son, entonces, por definición, partes del meme. Si la teoría de Darwin puede subdividirse en componentes, de tal modo que algunas personas creen en el componente A, pero no en el componente B, mientras que otros creen en el componente B, pero no en el componente A, entonces A y B deben considerarse como memes separados. Si casi todos los que creen en A creen también en B -si los memes están estrechamente enlazados, para usar el término genético-, entonces es conveniente juntarlos como un solo meme. (p. 196)

Continuemos con la analogía entre memes y genes. A lo largo de este libro he subrayado que no debemos pensar en los genes como agentes conscientes, con objetivos. La selección natural ciega, sin embargo, los lleva a conducirse como si tuviesen objetivos y ha sido conveniente, para abreviar, la referencia a los genes en un lenguaje de objetivos. Por ejemplo, cuando decimos “los genes están tratando de aumentar su número en los reservorios genéticos del futuro”, lo que en realidad decimos es “los genes que se comportan como tratando de aumentar su número en los reservorios genéticos del futuro, tienden a ser aquellos cuyos efectos vemos en el mundo”. Así como hemos encontrado conveniente pensar en los genes como agentes activos, que trabajan deliberadamente por su propia supervivencia, quizás sea también conveniente pensar en los memes de la misma manera. En ninguno de estos dos casos debemos volvernos místicos. En ambos casos, la idea de propósito es solo una metáfora, pero ya hemos visto cuán fructífera es en el caso de los genes. Hasta hemos usado palabras como “egoísta” y “cruel” para los genes, sabiendo muy bien que son solo figuras del habla. ¿Podemos, con el mismo espíritu exactamente, buscar memes egoístas o crueles? (p. 196)

Aquí hay un problema que se refiere a la naturaleza de la competición. Donde hay reproducción sexual, cada gen compite particularmente con sus propios alelos (sus rivales para la misma ranura cromosómica). Los memes no parecen tener nada equivalente ni a los cromosomas ni a los alelos. Creo que hay un sentido trivial en el que se puede decir de muchas ideas que tienen “opuestos”. Pero, en general, los memes se parecen más a las primeras moléculas replicadoras, flotando caóticamente libres en la sopa primitiva, que a los genes  modernos  pulcramente emparejados en sus regimientos de cromosomas. (p. 196) ¿En qué sentido, entonces, son memes competitivos entre sí? ¿Podremos considerarlos “egoístas” o “crueles” si no tienen alelos? La respuesta es que podríamos, ya que hay un sentido en el que deben ceder a una clase de competición entre sí. (p. 197)

El usuario de una computadora sabe cuán preciosos son el tiempo y el espacio de almacenamiento de la computadora. Donde hay grandes centros computarizados, el tiempo y el espacio se calculan en costo en dinero, o bien, cada usuario tiene una porción de tiempo medido en segundos, y una porción de espacio, medida en “palabras”. Las computadoras en las que viven los memes son los cerebros humanos.6 El tiempo es posiblemente un factor más limitante que el espacio de almacenamiento y es objeto de fuerte competición. El cerebro humano, y el cuerpo que controla, no pueden hacer a la vez más de una o unas pocas cosas. Si un meme va a dominar la atención de un cerebro, debe hacerlo a expensas de memes “rivales”. Otras mercancías por las que compiten los memes son: tiempos en radio y en televisión, espacio en carteleras, centímetros de columna en los periódicos y espacio en los estantes de la biblioteca. (p. 197)

En el caso de los genes, hemos visto en el capítulo 3 que pueden surgir complejos de genes coadaptados. Una larga serie de genes relacionados con la imitación en las mariposas se ligan estrechamente en el mismo cromosoma, tan estrechamente que pueden considerarse como un solo gen. En el capítulo 5 hemos encontrado la idea más sofisticada de una serie de genes evolutivamente estables. En el reservorio genético de los carnívoros se desarrollan dientes, garras, intestinos y órganos de los sentidos, mutuamente apropiados, mientras que en el de los herbívoros emerge una serie estable de características muy diferentes de esas. ¿Ocurre algo análogo en el reservorio de memes? El meme dios, digamos, ¿se ha asociado con algunos otros memes particulares y esta asociación ayuda a la supervivencia de cada uno de los miembros participantes? Quizá podamos considerar una iglesia organizada, con su arquitectura, rituales, leyes, música, arte, tradición escrita, como serie estable coadaptada de memes que se asisten mutuamente. (p. 197)

Para tomar un ejemplo particular, un aspecto de la doctrina que ha sido muy eficaz para reforzar la observancia religiosa, es la amenaza del infierno. Muchos chicos y, hasta algunos adultos, creen que sufrirán horribles tormentos tras su muerte si no obedecen las reglas. Esta es una técnica de persuasión especialmente repulsiva, que causó gran angustia psicológica durante toda la edad media y aún hoy. Pero es muy eficaz. (p. 197) Lo más probable es que los memes inconcientes hayan asegurado su propia supervivencia en virtud de las mismas cualidades de seudocrueldad que despliegan los genes exitosos. La idea del infierno es, simplemente, auto perpetuadora a causa de su profundo impacto psicológico. Se ha llegado a ligar con el meme dios porque los dos se refuerzan mutuamente y se asisten para sobrevivir en el reservorio de memes. (p. 198)

Otro miembro del complejo religioso de memes se llama fe. Quiere decir confianza ciega, en ausencia de evidencia. La historia de Tomás se cuenta no para que lo admiremos, sino para que admiremos a los otros apóstoles, al compararlos a él. Tomás demandaba evidencia. Nada es más letal para cierto tipo de meme que la tendencia a buscar la evidencia. Los otros apóstoles, cuya fe era tan fuerte que no necesitaban evidencia, nos son presentados como dignos de imitación. El meme de la fe ciega se asegura su propia perpetuidad por el simple expediente inconciente de desalentar la investigación racional. (p. 198)

La fe ciega pueda justificar cualquier cosa.7 Si alguien cree en un dios diferente o recurre a un ritual diferente para el mismo dios, la fe ciega puede decretar que debe morir (en la cruz, estaqueado, atravesado por la espada de un cruzado, de un tiro en una calle de Beirut o destrozado en una explosión en Belfast). Los memes para la fe ciega tienen su propia despiadada manera de propagarse. Esto es válido tanto para la fe patriótica y la fe política como para la fe religiosa. (p. 198)

Los memes y los genes pueden a veces reforzarse uno a otro, pero también pueden caer en una contradicción. Por ejemplo, el celibato no es heredado genéticamente. Un gen para el celibato está predestinado al fracaso en el reservorio de genes, excepto bajo circunstancias muy especiales, como las que encontramos en los insectos sociales. Pero sin embargo, un meme para el celibato puede tener éxito. Por ejemplo, supongamos que el éxito de un meme dependa de cuánto tiempo pase la gente transmitiéndolo a otra gente. El tiempo que se use haciendo algo distinto que tratar de transmitir el meme puede ser visto por el meme como un tiempo perdido. El meme del celibato se transmite por los clérigos a los jóvenes que aún no decidieron qué hacer de sus vidas. El medio de transmisión es la influencia humana de distintos tipos, la palabra escrita y hablada, ejemplos personales, etc. (p. 198) Supongamos que se haya dado el caso de que el matrimonio debilitó el poder de un clérigo para influenciar su grey, digamos que por ocupar demasiado de su tiempo y atención, lo que se adujo como razón oficial para la obligación del celibato entre los clérigos. Si este fuese el caso, se seguiría que el meme del celibato pudo haber tenido mayor valor de supervivencia que el meme del matrimonio. Y por supuesto, exactamente lo opuesto sería válido para el gen del celibato. Si un clérigo es una máquina de supervivencia para los memes, el celibato es un atributo útil para integrar en ella. El celibato es un socio menor en un gran complejo de memes religiosos que se asisten mutuamente. (p. 199)

He conjeturado que los complejos de memes coadaptados se desarrollan del mismo modo que los complejos de genes coadaptados. La selección favorece los memes que explotan su ámbito cultural para su propia ventaja. Este ámbito cultural consiste en otros memes que también dependen de la selección. El reservorio de memes, por lo tanto, termina por tener los atributos de un conjunto evolutivo estable, que otros memes ajenos encuentran difícil de invadir. (p. 199)

He sido un poco negativo sobre los memes, que tienen su lado agradable también. Al morir, hay dos cosas que dejamos tras de nosotros: genes y memes. Fuimos construidos como máquinas de genes, creados para seguirlos transmitiendo. Pero este aspecto nuestro se olvidará en tres generaciones. Su hijo, incluso su nieto, pueden parecerse a usted, quizás en los rasgos faciales, en el talento por la música, en el color del pelo. Pero al morir cada generación, la contribución de sus genes baja a la mitad. No hay que ir lejos para encontrar esta proporción insignificante. Nuestros genes pueden ser inmortales, pero la colección de genes que es cada uno de nosotros, está destinada a desmenuzarse. Elizabeth II es descendiente directa de Guillermo el Conquistador. Sin embargo, es muy probable que no lleve ni un solo gen del antiguo rey. No debemos buscar la inmortalidad en la reproducción. (p. 199)

Pero si usted contribuye a la cultura del mundo, si tiene una buena idea, compone una tonada, inventa una bujía, escribe un poema, ellos pueden vivir, intactos, hasta mucho después que sus genes se hayan disuelto en el reservorio común. Aunque Sócrates tenga algún gen dando vueltas hoy, ¿a quién le importa? Sus complejos de memes, al igual que los de Leonardo, Copérnico, Marconi, aún gozan de buena salud. (p. 199)

Por más especulativo que pueda ser mi desarrollo de la teoría de los memes, tiene un punto muy serio que quiero subrayar una vez más. Y es que, cuando observamos la evolución de los rasgos culturales y su valor de supervivencia, debemos tener muy claro de qué supervivencia, o sea de la supervivencia de quién estamos hablando. (p. 199) Los biólogos, como hemos visto, están acostumbrados a buscar ventajas en el nivel del gen (o del individuo o del grupo o de la especie, según su gusto particular). Lo que no hemos considerado antes es que un rasgo cultural puede haber evolucionado del modo en que lo hizo, simplemente porque es ventajoso para él. (p. 200)

No tenemos que buscar valores de supervivencia biológica convencionales de rasgos como la religión, la música, la danza ritual, si bien pueden estar presentes. Una vez que los genes han proporcionado a sus máquinas de supervivencia cerebros capaces de rápida imitación, los memes toman el mando inmediatamente. Ni siquiera tenemos que postular una ventaja genética en la imitación, aún cuando ciertamente ayudaría. Todo lo que se necesita es que el cerebro pueda ser capaz de imitación: se desarrollarán entonces memes que explotarán esa capacidad al máximo. (p. 200)

Voy a cerrar ahora el tema de los nuevos replicadores y finalizar el capítulo en un tono de esperanza. Un único rasgo del humano, que pudo o no haberse desarrollado mémicamente, es su capacidad de previsión consciente. Los genes egoístas (y si me permiten la especulación de este capítulo, los memes también) no tienen previsión. Son inconscientes, ciegos, replicadores. El hecho de que se repliquen, junto con otras determinadas condiciones, significa que, de buen o mal grado, tenderán a la evolución de cualidades que, en el caso especial de este libro, pueden llamarse egoístas. Un simple replicador, sea gen o meme, no puede esperarse que renuncie a la ventaja egoísta de corto plazo, aún cuando resulte que a largo plazo le hubiera venido mejor. Aunque una “conspiración de palomas” podría venirle mejor en un momento dado a un único individuo que una estrategia evolutivamente estable, la selección natural favorecerá siempre la ESS (evolutionary stable strategy). (p. 200)

Es posible que otra cualidad única del hombre sea su capacidad para el genuino, desinteresado, verdadero, altruísmo. Eso espero, pero no voy a especular sobre su evolución mémica. La proposición que estoy estableciendo ahora es que, aunque miremos su lado oscuro y supongamos que el humano individual es fundamentalmente egoísta, nuestra previsión consciente (nuestra capacidad de simular el futuro en la imaginación) pueda librarnos de los peores excesos de egoísmo de los replicadores ciegos. Tenemos al menos el equipamiento mental para cuidar nuestros intereses egoístas de largo plazo, más que meramente nuestros intereses egoístas de corto plazo. Podemos ver los beneficios de largo plazo de participar en una “conspiración de palomas” y podemos sentarnos juntos a discutir los modos de hacer funcionar la conspiración. Tenemos el poder de desafiar los genes egoístas de nuestro nacimiento y, si es necesario, los memes egoístas de nuestro adoctrinamiento. Incluso podemos discutir las maneras de cultivar y nutrir deliberadamente un altruismo puro y desinteresado, algo que no tiene lugar en la naturaleza, algo que nunca antes existió en la historia del mundo. Estamos construidos como máquinas de genes y cultivados como máquinas de memes, pero tenemos el poder de volvernos contra nuestros creadores. Sólo nosotros, en todo el mundo, podemos rebelarnos contra la tiranía de los replicadores egoístas.8

  

NOTAS

1 […] En el último capítulo de The blind watchmaker muestro que las alternativas al darwinismo propuestas hasta ahora son incapaces de explicar la complejidad organizada de la vida. Mi argumento es general y no se basa en los hechos particulares de la vida tal como la concemos. Fue criticada por científicos suficientemente pedestres como para pensar que afanarse sobre un tubo de ensayo caliente es el único método de descubrimiento científico. Uno de los críticos se quejó de que mi argumento es “filosófico”, como si ello fuese suficiente condena. Filosófico o no, el hecho es que ni él ni nadie más, han encontrado fisuras en lo que digo. Y los argumentos “en principio” como los míos, lejos de ser irrelevantes al mundo real, pueden ser más poderosos que los argumentos basados en una investigación fáctica particular. Mi razonamiento, si es correcto, nos dice algo importante sobre la vida dondequiera que esté en el universo. La investigación de laboratorio y de campo sólo nos puede decir sobre la vida aquello que hemos muestreado para tal fin.

2 La palabra meme me parece un buen meme. Ya se está usando ampliamente y en 1988 entró a la lista oficial de palabras consideradas para las ediciones futuras del diccionario Oxford […] Mis verdaderas ambiciones, y son grandes, iban en dirección opuesta al diseño de la cultura humana; lo que yo quería era afirmar el poder casi ilimitado de las entidades autorreplicadoras y ello porque tienden a convertirse en la base de la selección darwiniana que, tras suficiente cantidad de generaciones, construye acumulativamente sistemas de mayor complejidad […] El capítulo 11 habrá tenido éxito si el lector cierra el libro con la sensación de que las moléculas de ADN no son las únicas entidades que pueden formar la base de la evolución darwiniana. Mi propósito fue reducir la importancia del gen, más que esculpir una gran teoría de la cultura humana.

3 El meme es una pieza de hardware autorreplicadora. Cada pieza tiene una estructura particular, diferente de la estructura de las piezas rivales de ADN. Si los memes en los cerebros son análogos a los genes, entonces deben ser estructuras de cerebro autorreplicadoras, patrones reales de circuitos neuronales que se reconstituyen a sí mismos de un cerebro a otro […] Se sabe menos sobre los cerebros que sobre los genes […] Juan Delius, un distinguido estudioso del cerebro, de la Universidad de Konstanz en Alemania, me envió un interesante trabajo […] publicando un detallado cuadro del aspecto del hardware neuronal de un meme […] Estudió la analogía de los memes con los parásitos; más precisamente, con el espectro de los parásitos malignos, en un extremo y los “simbiontes” benignos, en el otro extremo […] Delius enfatiza la diferencia entre los memes y sus efectos (“fenotípicos”) y reitera la importancia de la clara separación entre los complejos de memes coadaptados, en los que los memes están seleccionados por su compatibilidad mutua.

4 La canción que tomé como ejemplo, “Auld Lang Syne”, se ejecuta casi universalmente con un error, una mutación. El estribillo se canta hoy día como “For the sake of auld lang syne”, cuando el autor, Burns, escribió en realidad, “For auld lang syne”. Un darwinista de mente mémica se pregunta inmediatamente cuál ha sido el valor de supervivencia de la frase interpolada “the sake of”. Recuerden que no estamos buscando por qué medios la gente pudo haber sobrevivido mejor cantando la canción en su forma alterada, sino por qué medios la alteración misma pudo ser buena para sobrevivir. Todos aprendemos la canción de niños, no por la lectura de Burns, sino por escucharla en año nuevo[…] ”For the sake of” debió surgir como una rara mutación. Nos preguntamos por qué la mutación original se difundió tan insidiosamente como para convertirse en la forma normal.

No creo que tengamos que buscar lejos. La “s” es muy sibilante. Los coros de iglesia pronuncian las “s” tan suavemente como sea posible para evitar el eco (cuando un cura susurra en el altar, solo escuchamos una serie esporádica de”s”. La otra consonante, “k”, es también muy penetrante. En estas circunstancias, si alguien en la iglesia introduce una k, y la escucha un niño que no conoce la letra pero quiere cantar la canción, es posible que cuando se llegue al estribillo, introduzca esa variación […] Es una forma que se desliza más fácilmente y pueden haberla luego tomado los adultos que tampoco sabían la letra […hay otro ejemplo con “Rule Britannia”, que omito]

La prueba final de una hipótesis debe ser experimental. Debe ser posible inyectar la “s” sibilante deliberadamente a muy baja frecuencia en el reservorio de memes y esperar su dispersión.

5 No me gustaría que se tomase esto como que lo pegadizo de una idea es el criterio de su aceptabilidad científica […] Algunas ideas científicas malas pueden diseminarse ampliamente, al menos por un tiempo y algunas buenas ideas puede que duerman por años hasta que finalmente llegue a colonizar las imaginaciones científicas.

Podemos encontrar un primer ejemplo de este sueño seguido de una exhuberante propagación en una de las principales ideas de este libro, la teoría de Hamilton de la selección de parentesco. Pensé que sería un caso adecuado para tratar la propuesta de medición de la dispersión de memes mediante el conteo de las referencias en revistas. En la primera edición de este libro, yo había dicho que “Sus dos trabajos de 1964 están entre las contribuciones a la etología social más importantes jamás escritas y nunca fui capaz de entender por qué los etólogos lo ignoraron de tal manera (su nombre no aparecía ni siquiera en el índice de los dos libros de texto principales de etología, publicados en 1970). Afortunadamente, hay signos recientes de una renovación del interés en sus ideas”. Lo escribí en 1976. Tracemos el curso de esta renovación mémica lo largo de la década que siguió.

Science Citation Index es una publicación bastante extraña en la que uno puede buscar cualquier trabajo publicado y ver tabulada, para un año dado, la cantidad de publicaciones que lo han citado. La idea es que sea una ayuda para hallar la literatura sobre un tema determinado. Los comités de designación universitarios han tomado la costumbre de usarlo como un modo grosero y rápido (demasiado grosero y rápido) de comparar los logros científicos de los candidatos para los puestos. Contando las referencias a los trabajos de Hamilton, cada año a partir de 1964, podemos seguir aproximadamente el progreso de sus ideas en la conciencia [consciousness] de los biólogos (Figura 1). El sueño inicial es muy evidente. Después pareciera que hay un fuerte aumento en el interés en la selección parental durante la década del 70. El punto de arranque pareciera estar entre 1973 y 1974. El aumento después parece seguir hasta 1981, año tras el cual el porcentaje anual de referencias fluctúa irregularmente en una meseta.

Había surgido un mito mémico según el cual el aumento del interés en la selección parental fue disparado por libros que se publicaron en 1975 y 1976. El gráfico, con su subida en 1974, parece desmentir esta idea. (p. 325)

La evidencia permite una hipótesis muy distinta, por la cual estamos tratando con una de esas ideas que estaban “en el aire”, “cuyo tiempo estaba por llegar”. Los libros de mediados de la década del 70 serían, según ello, síntomas de ese efecto de crecimiento del interés más que causas de él. (p. 326)

FIGURA 1. Referencias anuales de Hamilton (1964) en el Science Citation Index

Quizá se trate en realidad de un crecimiento de largo plazo, con un comienzo lento y una aceleración exponencial que comienza mucho antes. Una manera de testear esta simple hipótesis exponencial es diagramar las referencias acumulativamente en una escala logarítmica. Un proceso de crecimiento tal que la medida del aumento es proporcional a la ya obtenida, es llamada crecimiento exponencial. Un proceso exponencial típico es el epidémico: cada persona absorbe al respirar el virus de varias otras personas, cada una de las cuales, a su vez, inspira la misma cantidad, de modo que la cantidad de víctimas aumenta en una proporción siempre creciente. Es diagnóstico de una curva exponencial que se convierte en una línea recta cuando se la proyecta en escala logarítmica. No es necesario, pero sí conveniente y por convención se realiza, diagramar estos gráficos acumulativamente. Si la dispersión del meme de Hamilton fue realmente como la de una epidemia, los puntos en el gráfico logarítmico acumulativo deberían mostrar una línea recta. ¿Lo hacen? (p. 326)

La línea particular dibujada en la Figura 2 es la línea recta en la que, hablando estadísticamente, encajan mejor todos los puntos. El aparentemente abrupto crecimiento entre 1966 y 1967, debería quizá ignorarse, como efecto pequeño y poco confiable que la proyección logarítmica tendería a exagerar. Por lo tanto, no es una mala aproximación a una línea recta, aunque podrían discernirse patrones menores en superposición. Si se acepta mi interpretación exponencial, estamos ante una lenta explosión de interés, que transcurre desde 1967 hasta finales de los 80. Tanto los libros individuales como los artículos, pueden considerarse como síntomas y a la vez causas, de esta tendencia de largo plazo. (326)

Este patrón de crecimiento no es de algún modo trivial, en el sentido de que es inevitable. La curva acumulativa crecerá, por más que la proporción de referencias por año permanezca constante. Pero en la escala logarítmica, crecerá en una proporción constante más lenta y terminará bajando. La línea gruesa en la parte superior de la Figura 3 muestra la curva teórica que obtendríamos si cada año hubiese una proporción constante de referencias (igual a la proporción promedio actual de las referencias de Hamilton, unas 37 por año). Se puede comparar directamente esta curva desvaneciente con la línea recta de la Figura 2, que indica una proporción exponencial de aumento. Realmente, tenemos un caso de aumento sobre aumento, y no una proporción estable de referencias. (p. 327)

FIGURA 2. Referencias acumulativas logarítmicas de Hamilton (1964)

FIGURA 3. Referencias acumulativas logarítmicas de tres trabajos que no son de Hamilton, comparadas con la curva “teórica” de Hamilton (los detalles se exponen en el texto)

En segundo lugar, uno podría estar tentado a pensar que hay algo, si no inevitable, al menos una trivial expectativa de un aumento exponencial. ¿No será que es la propia proporción total de publicación de artículos científicos, y por lo tanto, las oportunidades de citar otros artículos, la que está creciendo exponencialmente? Quizá esté creciendo exponencialmente la comunidad científica. La manera más fácil de mostrar que hay algo especial respecto del meme de Hamilton, es diagramar el mismo tipo de gráfico para algunos otros artículos. La figura 3 muestra también las frecuencias acumulativas de referencias de otros tres trabajos (que, incidentalmente, también influyeron mucho en la primera edición de este libro). Son: el libro de 1966 de Williams, Adaptation and Natural Selection; el artículo de 1971 de Trivers sobre el altruísmo recícproco; y el de Maynard Smith y Price, de 1973, que introduce la idea de ESS [estrategia evolutiva estable]. Los tres muestran curvas que claramente son no exponenciales en el mismo lapso de tiempo. Sin embargo, la proporción de referencias anuales de estos trabajos también está lejos de ser uniforme y, en parte del rango que cubren, podrían ser exponenciales. La curva de Williams,por ejemplo, es una línea aproximadamente recta de 1970 en adelante, lo que sugiere que ha entrado en una fase de influencia explosiva. (p. 328)

He estado minimizando la influencia de libros particulares en la dispersión del meme de Hamilton. Pero hay una posdata que parece sugestiva en esta pequeña pieza de análisis mémico […]. El título correcto del par de artículos de Hamilton de 1964 fue “The genetic evolution of social behaviour”. A mediados de los 70 hubo una proliferación de publicaciones, entre ellas Sociobiology y The Selfish Gene, citados erróneamente bajo “La teoría genética de la conducta social”. John Seeger y Paul Harvey buscaron la primera ocurrencia de este meme mutante, pensando que sería un buen marcador, casi como un rótulo radiactivo, para rastrear la influencia científica. Buscaron hasta dar con el influyente libro de Wilson, Sociobiology, publicado en 1975 e incluso encontraron alguna evidencia indirecta de la genealogía sugerida. (p. 328)

Por mucho que admirase el tour de force de Wilson -deseo que la gente lea más el libro y lea menos sobre el libro- la idea de que este libro influyó sobre el mío es enteramente falsa. Pero como también mi libro contenía la cita mutante -el “rótulo radiactivo”-, parecía que al menos un meme había viajado de Wilson a mí! No hubiera sido tan sorprendente, ya que Sociobiology llegó a Gran Bretaña justo cuando yo estaba terminando The Selfish Gene, cuando trabajaba sobre la bibliografía. La bibliografía masiva de Wilson hubiera sido una bendición, liberándome de horas en la biblioteca. Sin embargo, tuve una alegría al hallar un viejo stencil con una larga bibliografía que yo había pasado a mis alumnos de Oxford en 1970. Larguísima, allí estaba “The genetical theory of social behaviour”, cinco años antes de la publicación de Wilson. Wilson no pudo haber visto, seguramente, mi bibliografía de 1970. No hay duda: ¡Wilson y yo introdujimos independientemente el mismo meme mutante! (p. 328)

¿Cómo pudo darse esta coincidencia? Una vez más, puede haber una explicación plausible. El famosos libro de Fisher se llama The Genetical Theory of Natural Selection. Este título tiene un nombre tan familiar, que es difícil para un biólogo pensar en las dos primeras palabras sin agregar automáticamente la tercera. Sospecho que esto es lo que Wilson y yo hicimos. ¡Y es una conclusión feliz, ya que a nadie la importa haber sido influenciado por Fisher!

6 Fue, obviamente, predecible, que también las computadoras se convertirían en eventuales huéspedes de los patrones de información autorreplicadores, o sea los memes. Muchas están cableadas, literalmente, por intrincadas redes de información compartida. Otras, comparten la información cuando los usuarios se intercambian los discos [los soportes físicos de la información, disquetes, CD, DVD, etc.]. Es un medio perfecto para que florezcan y se dispersen los programas para los autorreplicadores. Cuando escribí la primera edición de este libro, yo era lo suficientemente ingenuo como para suponer que pudiesen aparecer indeseables memes de computación por errores espontáneos en el copiado de un programa original; pensé que era un evento poco posible. Pero era un tiempo de inocencia. Las epidemias de “virus” y “gusanos”, desatadas deliberadamente por programadores maliciosos son ahora peligros familiares para el usuario de computadoras, en todo el mundo […]. No me voy a molestar en explicar cómo funcionan los virus de computadora. Es demasiado obvio.

Es menos fácil conocer el modo de combatirlos. Lamentablemente, algunos programadores expertos tienen que perder el tiempo escribiendo programas que detectan los virus, que inmunizan, etc. (la analogía con la vacunación médica es muy estrecha, hasta en la inyección de una “corriente debilitadora” para el virus) […] (p. 329) Apelo a los hacedores de virus: ¿quieren realmente preparar el camino para una nueva profesión lucrativa? Si no, déjense de jugar con memes tontos y dén a sus modestos talentos de programadores un uso mejor. (p. 330)

7 He recibido un torrente predecible de cartas de las víctimas de la fe, protestando por mi crítica a ella. La fe es un lavador de cerebros tan exitoso, especialmente en el caso de los niños, que es difícil quebrar sus ataduras. ¿Qué es, después de todo, la fe? Es un estado de la mente que lleva a la gente a creer algo, no importa qué, en ausencia total de evidencia. Si hubiese buena evidencia, la fe sería superflua, ya que la evidencia nos llevaría a creer, de todos modos. Esto es lo que hace al repetitivo argumento “la evolución misma es cuestión de fe” tan tonto. La gente no cree en la evolución porque arbitrariamente quiera creer en ella, sino por la abrumadora evidencia públicamente disponible.

Yo he dicho que el creyente cree “no importa qué”, lo que sugiere que la gente tiene fe en cosas totalmente necias, arbitrarias. […]

La fe no puede mover montañas (sin embargo, a varias generaciones de niños se les ha dicho solemnemente lo contrario, y se lo creen). Pero puede llevar a la gente a una locura tan peligrosa, que a mí me parece que la fe califica para enfermedad mental. Lleva a la gente a creer en cualquier cosa tan fuertemente que en casos extremos está preparada para matar y para morir por ella, sin necesidad de mayor justificación. Keith Henson acuñó el nombre de “memeoides” para las “víctimas que han sido tomadas por un meme hasta el extremo de que su supervivencia se vuelve insignificante…Se puede ver mucha de esta gente en las noticias de lugares como Belfast o Beirut”. La fe es suficientemente poderosa como para inmunizar a la gente contra todas los llamados a la piedad, al perdón, a los sentimientos humanos decentes. (p. 330) Hasta los inmuniza contra el miedo, cuando creen honestamente que una muerte de mártir los lleva directo al cielo. Qué arma! La fe religiosa merece un capítulo por sí misma en los anales de la tecnología de guerra, al mismo nivel que el arco y la flecha, el caballo de guerra, el tanque, y la bomba de hidrógeno. (p. 331)

8 El tono optimista de mi conclusión ha provocado escepticismo entre los críticos que sintieron que era inconsistente con el resto del libro. En algunos casos, la crítica vino de sociobiólogos que siguen la doctrina, celosos protectores de la importancia de la influencia genética. En otros casos, de un barrio opuesto, paradójicamente, el de los altos prelados de la izquierda, celosos protectores de algún ícono demonológico favorito. Rose, Kamin y Lewontin tienen en Not in Our Genes un fantasma privado llamado “reduccionismo”; y a los mejores reduccionistas se los supone también “deterministas”, preferentemente “deterministas genéticos”:

Para los reduccionistas los cerebros son objetos biológicos determinados cuyas propiedades producen las conductas observadas y los estados de pensamiento o intención que inferimos de esas conductas…Tal posición está o podría estar en completo acuerdo con los principios de la sociobiología ofrecidos por Wilson y Dawkins. Sin embargo, adoptarlos implicaría incluirlos en el dilema de discutir primero la calidad innata de gran parte de la conducta humana, lo cual, siendo lo liberales que son, encontrarían claramente poco atractivo (adoctrinamiento, etc.) y entonces se enredarían en preocupaciones éticas liberales acerca de la responsabilidad por los actos criminales si éstos, como todos los demás actos, están determinados biológicamente. Para evitar este problema, Wilson y Dawkins invocan un libre albedrío que nos capacita para ir contra los dictados de nuestros genes si así lo queremos…Esto es esencialmente un retorno a cartesianismo descarado, un deus ex machina dualista.

Yo creo que Rose y sus colegas nos están acusando de a la vez comernos nuestra torta y guardarla. Debemos ser “genéticos deterministas” o creer en el “libre albedrío”; no podemos ser ambas cosas. Pero -y supongo que hablo por el profesor Wilson también- sólo a los ojos de Rose y sus colegas somos  “genéticos deterministas”. Ellos no entienden (aparentemente, aunque es difícil de creer) que es perfectamente posible sostener que los genes ejercen una influencia estadística sobre la conducta humana y creer, al mismo tiempo, que esta influencia puede ser modificada, pasada por alto o revertida por otras influencias. Los genes deben ejercer una influencia estadística sobre todo patrón de conducta que la selección natural desarrolla. Presumiblemente Rose y sus colegas están de acuerdo en que el deseo sexual humano se desarrolló por selección natural, en el mismo sentido en que se desarrolló por selección natural cualquier otra cosa. Por lo tanto, deben estar de acuerdo también en que debe de haber habido genes que influyeron sobre el deseo sexual, en el mismo sentido en que otros genes influyeron sobre cualquier otra cosa. Pero no creo que tengan problema alguno en frenar sus deseos sexuales cuando, socialmente, es necesario hacerlo. ¿Qué es dualista en esto? Obviamente, nada. Y no es más dualista mi alegato de rebelión “contra la tiranía de los replicadores egoístas”. Nosotros, es decir, nuestros cerebros, están separados de nuestros genes y son suficientemente independientes como para rebelarse contra ellos. Como ya se ha visto, hacemos esto en una pequeña medida cada vez que usamos contracepción. No hay razón por la cual no nos rebelemos de un modo más amplio también.