LA UNIVERSIDAD DE LA CALLE

MAGARIÑOS DE MORENTIN, Juan

Universidad Nacional de La Plata - Facultad de Ciencias Naturales y

Museo

Resumen

El tema de la universidad de la calle lo propongo como el objeto de conocimiento

de una investigación social, para cuyo desarrollo y adecuado cumplimiento resulta

indispensable la aplicación de una metodología semiótica. En particular, por sus

características de identidad diferencial en el ámbito de la globalización de los

comportamientos y de su correspondiente interpretación, su estudio y la explicación

de su eficacia pedagógica requiere de las operaciones analíticas y críticas a las que

da acceso el desarrollo posible de una específica Semiótica Indicial 1, tal como ésta

puede derivarse (sin enclaustrarse en una derivación dogmática) de la propuesta

peirceana acerca del tratamiento del Signo Indicial2.

Palabras Clave: semiótica indicial – cognición social - metáfora –

oxímoron – investigación

I. INTRODUCCIÓN

La expresión “ universidad de la calle ” se refiere aquí a esa suma de

conocimientos que no se imparte en ninguna institución determinada3, sino que

se adquiere en el esfuerzo cotidiano por ganarse la vida y/o por tener éxito en

el logro de los objetivos sociales; en definitiva, todo lo que unos hacen para

sobrevivir y otros para vivir todavía mejor.

Apunto algunos aspectos iniciales de este Proyecto de Investigación

acerca de la universidad de la calle. Aparte de la fundamentación teórica que

se expondrá en su oportunidad4, la primera etapa tendrá como objetivo la

recopilación de la información pertinente que consistirá fundamentalmente en:

(1) la enunciación descriptiva de un conjunto de comportamientos

generadores de experiencia, percibidos y/o protagonizados por el propio

investigador, o acerca de los cuales otra persona le haya proporcionado

información; (2) la enunciación generalizadora del conocimiento experiencial

adquirido por el investigador a partir de la percepción de, participación en, o

testimonio trasmitido acerca de dichos comportamientos.

Entiendo en esta investigación por “ comportamiento generador de

experiencia ” a aquella conducta humana cuyos componentes constitutivos

(gestos, palabras, actitudes, interacción con otros sujetos, etc.) y la estructura

relacional que los vincula pueden reproducirse en otro momento y en

circunstancias relativamente semejantes, para la obtención de un resultado

deseado. Entiendo en esta investigación por “ conocimiento experiencial

adquirido ” a la disponibilidad de determinado comportamiento como

11. MAGARIÑOS DE MORENTIN, J., 2003)

22. PEIRCE, CH. S., 1931/1965: 2.283 ss

33. PRIETO CASTILLO, 1999: 113 ss; y también en GUTIÉRREZ PÉREZ, F. y

PRIETO CASTILLO, D., 1994

44. MAGARIÑOS DE MORENTIN, J.,1996: 249 ss

1

posibilidad actualizable a partir de su previa percepción y/o participación y/o

información. Las características específicas de la interrelación entre tales

comportamientos y su correspondiente conocimiento abductivo emergente,

compartiendo dialécticamente características de globalización e identificación,

constituye la estructura semiótico-cognitiva fundamental de la investigación

que se propone.

II. HACIA LA CONSTRUCCIÓN DE UNA

INVESTIGACIÓN

1

Para proponer, introductoriamente, la temática que se pretende

desarrollar en esta Investigación, diría que el nombre que mejor la puede

identificar es “ la universidad de la calle ”. Una expresión popular que,

intuitivamente, dice o sugiere mucho, pero especifica poco, por lo que

requerirá ir perfilando su problemática, sus contenidos y sus posibles aportes.

La intuyo como una aplicación de la Semiótica Indicial, ya que tratará de

la educación y del aprendizaje, en determinado ámbito social, a través del

espectáculo del comportamiento de los otros. Probablemente esbozará (o algo

más) una crítica a la formas y los contenidos de la educación formal e incluso

de la informal, en cuanto a su eficacia para garantizar la supervivencia.

También se diría que puede completar lo que se conoce como “ Pedagogía de

los sectores populares ”5, los cuales, en muchos casos, al no acceder a la

educación escolarizada, es la única propuesta social de aprendizaje que

reciben, pero que no suele ser tenida en cuenta, como tema de reflexión

pedagógica, por los pedagogos. Pero no sólo de quienes no acceden o no han

accedido a las aulas institucionales, ya que, al margen de lo aprendido ante un

maestro, todos concurrimos a esa inmensa, permanente y temáticamente

inagotable aula (en este sentido “ universidad ”) que se imparte en la calle (con

el contenido que lleguemos a atribuirle a "calle").

2

La expresión “ la universidad de la calle ” recupera (o, mejor, se

aproxima a designar una recuperación de) uno de los aspectos fundamentales

del proceso de la humanización. Somos humanos porque logramos atribuirle

un sentido al mundo. Después nos enseñaron cómo atribuirle sentido al mundo

y qué sentido deberíamos atribuirle. Pero en un primer momento, al percibir

los objetos, los fenómenos o los comportamientos del entorno, comenzamos a

hacerlos representativos de otra cosa distinta a su propia existencia o a su

propio acontecer: ese era el sentido que le atribuíamos y que ya no estaba en

todos ellos ni en cada uno de ellos, sino en nuestra mente, en cuanto proyecto

futuro o hábito, para su reconocimiento, para su aceptación, para su rechazo,

para su imitación, para su eliminación, etc., pero, en definitiva, para algo que

queda situado, definitivamente, fuera de lo percibido.

Comenzamos a aprender directamente de la experiencia (sería absurdo

suponer que comenzamos a aprender cuando apareció el primer maestro que

nos dijo qué es lo que debíamos escuchar o lo que debíamos mirar o lo que

debíamos oler o lo que debíamos saborear o lo que debíamos tocar o, mucho

más tarde, lo que debíamos leer). Aprendimos a conservar en la memoria algo

que había ocurrido, asociado con sus consecuencias; asociación (y no sólo

55. GUTIÉRREZ PÉREZ, F. y PRIETO CASTILLO, D. 1994

2

ella) a la que llegaría a llamársele “ su significado ” y, ante distintas

experiencias y ante la experiencia de diferentes consecuencias de cada

experiencia, llegaría a hablarse de los diferentes significados de un mismo

objeto, fenómeno o comportamiento. Y comenzamos a intentar transferirles

esta experiencia a otros, porque los amábamos o porque los aborrecíamos,

enseñándoles a escuchar, a mirar, a oler, a saborear, a tocar y a leer. Con lo

que otros comenzaron a aprender indirectamente por experiencias que no

habían experimentado ni percibido, pero que les habían sido trasmitidas

mediante las palabras, las imágenes o las actitudes de otros. Y surgió la fe y la

ciencia, o sea, la confianza en el conocimiento de los otros (simultáneamente

con todo lo contrario).

Creo poder decir que, por suerte, nunca perdimos esa capacidad de

aprender a partir de nuestra propia experiencia o percibiendo directamente la

experiencia de otro6. Considero que, elementalmente, ése es el aprendizaje que

se adquiere en la universidad de la calle. Más allá y además de adquirir el

conocimiento proveniente de la experiencia de otros, continuamos

aprendiendo en base a la experiencia existencial de contemplar y valorar según

nuestros propios intereses las consecuencias de nuestra propia vinculación (o

las consecuencias de la vinculación de otros) con objetos, fenómenos y

comportamientos de nuestro entorno.

Esos objetos, fenómenos y comportamientos se constituyen ellos

mismos en signos, o sea, son representantes de algo que es diferente de ellos

mismos, pero a lo que están señalando o sustituyendo, no de cualquier modo,

sino del modo que lo hace posible la constitución de la memoria y de las

asociaciones de que es capaz la mente de cada uno de los que interpretan esos

objetos, fenómenos y comportamientos. Así es cómo a esos objetos,

fenómenos y comportamientos ya no los podemos percibir como lo que serían

en sí mismos, sino ya siempre asociados al sentido que les atribuimos por la

experiencia que hemos tenido con ellos o con el sentido que les atribuyen otros

que los han experimentado y cuyo testimonio, provisionalmente al menos,

aceptamos, conscientes de que no podemos participar de todas las experiencias

cuyas consecuencias podríamos llegar a tener que soportar.

El enfoque teórico más próximo, si bien no se corresponde exactamente

con el problema y los objetivos propuestos para esta Investigación, es el

conocido como COGNICIÓN SOCIAL, que se define, en el Diccionario de

Ciencias Cognitivas, como:

El campo de los saberes y competencias relativos a las personas (uno mismo y

los otros); a las relaciones interpersonales que intervienen entre individuos

identificados por parámetros personales y funcionales, en relación inmediata o

retransmitida (comunicaciones, procesos de posicionamiento mutuo y de

influencia); a las relaciones en el seno de un grupo humano o entre grupos; a las

situaciones sociales. Estos saberes y competencias se refieren a las emociones y

los afectos, los móviles e intenciones que animan a los agentes sociales, de

manera habitual o en una circunstancia particular, a los procesos de ajuste, de

influencia, de evitación y de disimulación. […] Puede tratarse de

acontecimientos inmediatos u ocurridos en un pasado más o menos lejano, o

futuros, o sólo probables. Tienen un impacto retroactivo, en cuanto a

interpretación del pasado y del momento actual, y proactivo, en cuanto a la

anticipación del efecto, componente principal de la regulación de las conductas,

porque administra su reiteración, su modificación, su inhibición parcial o total.

[…] Cuatro enfoques, independientes entre sí, se ocupan de la cognición social:

66 THARP, R. & GALLIMORE, R., 1988

3

la psicología social cognitiva, la psicología del desarrollo, la medida de la

inteligencia y la psicología social del desarrollo cognitivo.7

Y, por supuesto, con esta reflexión apenas si se balbucea un posible

comienzo. Porque, ¿cuál es el problema? ¿Cuáles son las hipótesis capaces de

explicar un problema que todavía no sabemos bien en qué consiste? Sin

problema no hay hipótesis y sin hipótesis que sea necesario probar no hay

investigación.

3

Es una evidencia perogrullesca mencionar la alta complejidad que posee

lo que puede llamarse “ el universo mediador constituido por el discurso

social ”. A este universo mediador me he referido ya en diversas

oportunidades, siempre para aludir a la imposibilidad de lograr un acceso

directo a los entes y fenómenos de nuestro entorno; acceso necesariamente

mediado por las construcciones de sentido, tanto históricas como

contemporáneas, que pueden designarse como “ discurso social ”.

O sea, podemos representarnos, verbal, visual e imaginariamente, al

mundo (una metáfora para designar el conjunto tanto global como individual

de todo lo cognoscible) como lo que está del otro lado del discurso social

(eludiendo toda equívoca alusión a lo especular); otro lado que implica que

hay un lado (el otro del otro, o sea, éste), aquél del que está el sujeto

cognoscente, que se establece como punto válido de referencia para determinar

las situaciones relativas en las que se sitúan tanto el discurso social como el

mundo, de modo tal que, desde el punto de vista del sujeto, éste sólo percibe

del mundo lo que le permite y como se lo permite el discurso social, y en la

medida en que se le permite percibir determinados y no otros discursos

sociales (que por eso se constituyen en el objeto de apropiación de todas las

políticas educativas, desde el surgimiento de las nacionalidades).

En definitiva, cuando pretendemos estudiar el mundo, lo que estudiamos

es la forma conforme a la cual el discurso social, que se nos permite percibir,

nos permite percibir ese mundo. Ese discurso social mediador está constituido

por el conjunto de los textos construidos con símbolos, con imágenes y con

objetos y comportamientos y reconstruidos, siempre desde una

contemporaneidad, como la actualización de los discursos sociales históricos

que han logrado quedar memorizados, como la propagación de los discursos

sociales actuales que han logrado hacerse percibibles, y como la exhibición de

los comportamientos sociales que han logrado hacerse mostrables.

Y digo esto para poder establecer un espacio al margen de todo ello,

constituido por otros conocimientos aparentemente innecesarios o incluso

vergonzantes y, en cuanto tales, excluidos de la memoria consciente, ocultados

a la percepción e inmostrables, y donde se es testigo de otro panorama que es

el resultado de otra historia; espacio donde se sitúan los contenidos cognitivos

de la universidad de la calle, evadidos de la dorada cárcel de la pedagogía,

pero igualmente mediadores en la construcción de otro mundo.

77. BEUADICHON, J. y PLUMET, M-H., 2003 – “Cognición social”, en

HOUDÉ, O., KAYSER, D., KOENIG, O., PROUST, J. y RASTIER, F. ps. 66-

71

4

4

La expresión “ Universidad de la Calle ” creo que tiene un particular

sentido en el uso que recibe en la Argentina. Además de atribuirse su primera

enunciación a Arturo Jauretche también se comenta que fue la actriz Tita

Merello quien la difundió desde uno de sus programas televisivos. La cuestión

es que, aquí (y en ese sentido comencé a utilizarlo y, en lo posible, es el

espacio semántico en el que trataré de mantenerme), esa frase nominal se

refiere a una suma de conocimientos que no se imparte en ninguna institución

determinada, sino al margen de cualquier institución, y que uno adquiere en el

esfuerzo cotidiano por ganarse la vida y/o por tener éxito en sus objetivos

sociales (aspectos que, en algunas situaciones, se superponen; como ocurre

cuando el éxito consiste en sobrevivir). El conocimiento adquirido en la

Universidad de la Calle implica el posible uso de una cierta picardía (pero no

sólo) para eliminar obstáculos, evadir competidores, encontrar atajos, fomentar

adhesiones, aprovechar oportunidades, desviar agresiones, capitalizar

esfuerzos, aprovechar una inercia favorable para llegar antes o más fácilmente,

dejar que el oponente se enmarañe en sus propias palabras o acciones,

aparentar simpatías y declarar aborrecimientos, bajarse y subirse a tiempo al

mejor vehículo (o a la más oportuna posición social), saber " caer parado " (o

sea, no lastimarse en la caída e, incluso, aprovecharla para mejorar o, también,

llegar en el momento oportuno, así como convertir a la adversidad en buena

suerte), ignorar lo que puede comprometer, o sea, saber cuándo puede

convenir no ver lo que se mira, irse antes de que una situación se deteriore, etc.

Pero estos son los conocimientos que se adquieren y, a los efectos de esta

investigación, a mí me interesa más identificar, como objeto de estudio, los

comportamientos que los imparten.

Tomado, por consiguiente, en este sentido, no he pretendido referirme,

con la expresión “ La Universidad de la Calle ”, a lo que puede aludirse

expresando y desarrollando, desde distintos enfoques, que " la calle puede

malograr a cualquier joven ". O sea, sugiero que nos pongamos de acuerdo en

que lo que daría nombre a esta posible investigación no designa el aprendizaje

de ningún comportamiento específicamente delictivo (aunque puede no

excluirlo), sino simplemente a la relación de enseñanza-aprendizaje acerca de

contenidos comportamentales indispensables para la supervivencia social,

que se aprenden por experiencia, en cuanto testigo ocasional de situaciones

incidentales y no programadas. Dado que ningún programa pedagógico

incluye a tales conocimientos entre sus objetivos, se los considera como

degradados, vituperables y no merecedores de respaldo académico (¿o es a la

inversa?). Creo, no obstante, que esa práctica pone en funcionamiento aspectos

cognitivos de los que existe poca conciencia, ya bien porque se prefiere

dejarlos en el subconsciente, por no considerarlos dignos de tomar la forma de

pensamientos concretos y políticamente estructurados, ya bien por remitirlos al

inconsciente, en cuanto al deseo de ignorarlos para poder negar la importancia

de lo vulgar en la construcción de la identidad.

Es curioso que, no obstante, hayan dado lugar a una extensa producción

textual y que ésta sí haya sido objeto de múltiples consideraciones analíticas e

interpretativas, desde los sitiales académicos: tales son los refranes, a los que

considero formulaciones verbales de ese conocimiento popular y materialista,

que no se enseña en las escuelas ni en las universidades, a cuya producción y

transferencia empírica pretendo dirigirme. Pero no sugiero ir de los refranes al

5

comportamiento, porque una vez más habríamos caído en la trampa de la

palabra la cual, con sus reglas y exigencias constructivas nos haría ver los

fenómenos que pretendemos estudiar como su mero reflejo, pero sin

advertirnos de esa trampa y como atribuyéndole al comportamiento lo que son

características del lenguaje que lo describe; con lo cual volvería a quedar

incluido en el conocimiento formal. En todo caso, el itinerario, a mi parecer, es

el opuesto: ir del comportamiento a los refranes. Y eso, si tal destino

verbalizador llega a importar, porque hay que advertir que, en la actualidad,

los refranes han perdido la vigencia de otras épocas (y no sólo me refiero al

Sancho que hastiaba a Don Quijote con su interminable retahíla de

manifestaciones de sabiduría popular, sino a lo inoportuno y artificial que

resulta, hoy en día, traer a cuento un refrán cuando algo acontece que nos

merece reflexionar sobre sus consecuencias). Más bien atribuyo el decaimiento

de la vitalidad del refranero al rápido cambio de las costumbres, que le han

quitado al refrán su ámbito temporal y social de vigencia, ya que rápidamente

pasan al desuso. Aparte de que la mayoría de los refranes, por su origen

popular, continúan demostrando con excesiva contundencia la

desjerarquización del conocimiento que transportan (como, de modo

semejante, ocurre con los graffiti, las letras del rock popular, la cumbia villera,

etc., todas surgidas de ese mismo ámbito).

5

Exploro, para descubrir el eje que permita organizar un Proyecto de

Investigación acerca del tema de La Universidad de la Calle. Pretendo sugerir

e ir afirmando ideas que puedan conducir a la identificación del problema, a la

búsqueda de cuya explicación apunte el desarrollo de esta investigación. Para

que haya investigación, y no se trate de un ensayo (o comentario erudito), ni se

quede en ser un mero diagnóstico (o descripción) acerca de este tema, es

necesario que se formule adecuadamente un problema. Al exigir que se

formule adecuadamente un problema estoy planteando la necesidad de

descubrir que, en la forma convencional (o científica, en su caso) de su

formulación o en el significado que se le atribuye o en el uso social que se

hace del tema, está contenida una contradicción o un absurdo o que incluye

una incongruencia o algo que suene a nuestros socializados y contemporáneos

oídos como tal; y que, no obstante, se puedan formular otros determinados

enunciados, las hipótesis, que ofrezcan la posibilidad de explicar lo

problemático, eliminándolo o superándolo, de modo que la expresión en

estudio, aquí “ Universidad de la Calle ”, designe a un determinado y

concreto fenómeno, que antes no era percibible, ofreciendo la posibilidad de

identificarlo sin ambigüedad y con eficacia representativa, al menos, para

nuestra socializada y contemporánea capacidad de interpretar.

O sea, tenemos una expresión: “ La Universidad de la Calle ” y

necesitamos un enunciado que establezca las características fundamentales que

le asignamos al fenómeno intuido tras la capacidad de designación de tal

expresión. Si no logramos formular tal enunciado, no existe el fenómeno al

que pretendemos designar. Existen una serie de acontecimientos sociales,

dispersos, con eficacia individual, cada uno valorado desde determinado

enfoque, que presenciamos, compartimos, disfrutamos o sufrimos, pero que no

6

constituyen un área de sentido identificable, salvo si conseguimos formular el

enunciado que le dé existencia significativa, que nos lo haga ontológicamente

presente y evidente, en cuanto complejo haz de relaciones interactuantes,

dinámicas y en continuo cambio. Nuestra tarea no es describir sus

características sociales, sino explicar lo que de paradójico contienen.

“ La Universidad de la Calle ” es una expresión que sugiere, permite

intuir, sacude con la evidencia de estar construyendo un fuerte concepto social.

Pero en este estado, es la designación de una idea poética; o sea, no es que la

idea poética preexista a la expresión; es que esta expresión, en la que se reúnen

como pertenencia, casi genéticamente, ambos términos (“ Universidad ” y

“ Calle ”), le proporciona existencia poética al concepto que no existía antes

de ser nombrado. Y esta eficacia, esa expresión ya la ha cumplido. Pero lo que

me interesa es saber si hay un existente social (complejo, disperso y eficaz) al

que se identifica cuando se logra enunciar lo que se entiende por

Universidad de la Calle ”; en ese caso, esas características de complejidad,

dispersión y eficacia lo constituyen como problema. Esto no es mejor ni peor

que su existencia como idea poética, simplemente es diferente y a mí me

interesa saber si puede haber un interpretante lógico que le dé existencia. Por

eso exploro y busco para saber si tiene sentido pretender construir una tarea de

investigación que logre explicar lo que tiene de fenómeno social, además de

presentarse como una idea poética.

Esta exploración puede consistir, y así la recorro ahora, en dejar fluir las

sugerencias que pueden proporcionar un conjunto de pequeñas frases; pero con

el objetivo de que dejen de ser sugerencias y algunas o alguna de ellas

permitan hacer presente al correspondiente fenómeno social como problema

concreto, respecto de cuya enunciación la metodología semiótica proporcione

los instrumentos para explicar las características de su presencia y su eficacia

sociales. Las siguientes son pues algunas de tales expresiones exploratorias:

-la universidad de la calle implica aprender un determinado modo de

vincularse con el entorno de objetos, personas y comportamientos;

-los comportamientos son discursos sociales que imparten conocimientos

que quedan registrados en refranes, literatura picaresca, pasquines, graffiti,

rumores, coplas, letras de canciones rock, etc.; y también en obras de arte;

-esos comportamientos enseñan, estando rechazados como enseñanza;

-esos comportamientos son discursos sociales mediadores, en su gran

mayoría, de lo innecesario, vergonzante o prohibido que, no obstante, se nos

permite, socialmente, percibirlos (¿o no puede impedirse que los percibamos?)

-esos comportamientos son discursos sociales mediadores de lo

imprescindible para sobrevivir en la sociedad;

-esos comportamientos son lo evidente y lo velado;

-esos comportamientos son lo imprescindible para salir de la calle o para

no volver a ella o para no caer en ella;

-la universidad de la calle es enseñar con el ejemplo; con el

contraejemplo; con el comportamiento; con las consecuencias del

comportamiento; ¿es enseñar?; ¿es educar?;

-¿por qué “ universidad ”, y por qué de “ la calle ”? La pregunta es

válida porque “ universidad ” designa, en nuestra cultura, el ámbito de más

alto nivel en la administración del conocimiento o en el ejercicio de la

enseñanza y “ calle ” el ámbito más ruin, peligroso y fascinante en que se

desenvuelve nuestra cotidiana existencia ciudadana;

7

-¿” universidad ” y “ calle ” pueden ser términos, en principio,

contradictorios?;

-¿puede la calle ser universidad? ¿O puede tener una universidad?;

-¿puede una universidad pertenecer a la calle?

La expresión tiene un carácter de metáfora que simultáneamente produce

un oxímoron. Esto hace que me preocupe la relación posible (o imposible)

entre retórica e investigación. ¿Puede desarrollarse una investigación acerca de

o a partir de una expresión retórica? Si la expresión retórica apunta

fundamentalmente a la producción de un efecto poético, ¿cómo puede esa

específica eficacia constituirse en objeto de una investigación, a la que,

además, como estoy pretendiendo en esta propuesta, enfrento con el mayor

rigor posible? Considero que en toda producción auténticamente poética se

pone en funcionamiento un muy estricto rigor; su consistencia y eficacia

vendrá a ser establecido, mediante el análisis y por el productor de otra clase

de discurso (ya no poético, sino analítico), después de completada la obra

poética (escrita, plástica, musical, etc.), ya que considero que no le

corresponde al autor del discurso poético dar cuenta explicativa (en especial,

antes de producirlo) del proceso de producción de su texto poético, sino

producirlo.

Pero, por supuesto, no es el objetivo de esta investigación explicar la

eficacia poética de la expresión “ la universidad de la calle ”. Yo,

simplemente, intuyo dos metáforas vinculadas por un oxímoron, o sea, se

designa como " universidad " a un aprendizaje (del que se recupera la

jerarquía) y como " calle " a un espacio (del que se recupera lo vulgar, la

exhibición y el riesgo), generando una autocontradicción entre ambos

términos, ya que no condice atribuir la jerarquía del aprendizaje a un espacio

en que coexisten lo vulgar, la exhibición y el riesgo8.

Pero ahí comienza todo el deslumbramiento que provoca esta expresión:

ni hay universidad, ni hay calle, pero sí se produce una contradicción

dialéctica que nutre de inagotables sugerencias la asociación de ambos

términos. Entonces aparece un universo construido cuya identificación

requiere una tarea de investigación, que es la que estamos proyectando. ¿Cuál

es el universo de referentes construido por la expresión “ universidad de la

calle ”? ¿Cómo encontrar, entre los fenómenos sociales, aquellos que puedan

ser portadores de esas cualidades contradictorias? ¿Cómo establecer que hay

contradicción y cuáles sean sus características, no en cuanto construcción

poética, sino en cuanto acontecimiento existencial que nos traspasa por

necesario y vergonzante?

O sea, como problema de investigación (o problema a explicar) aparece

la identificación de situaciones o acontecimientos sociales que participen de

esas contradictorias cualidades y, todavía más importante, que explique de qué

modo coexisten tales cualidades en un mismo fenómeno y cómo convivimos

nosotros con ellas. Todo esto es típico del signo: algo construye a otro,

atribuyéndole sus propias cualidades, y exigiéndole a alguien que lo asuma

como hábito de su cotidianeidad

6

Percibo una notable circularidad en mis propias reflexiones acerca de la

universidad de la calle, generada en torno a la búsqueda de una identificación

88. LACASA, P., 1994

8

del problema que permita organizar un Proyecto de Investigación que, para ser

tal necesita de un problema, adecuado a las actuales exigencias de racionalidad

en las ciencias sociales y susceptible de un desarrollo riguroso con resultados

bien fundamentados y aptos para la comprensión de su eventual carácter de

fenómeno social altamente complejo.

Esa circularidad me parece mostrar que estamos ante una doble tarea que

es necesario afrontar y resolver en su adecuado orden secuencial: 1º realizar un

diagnóstico que permita identificar sus elementos efectivamente constitutivos;

y 2º enfrentar la investigación que permita explicar el problema que se habrá

manifestado mediante tal diagnóstico. Esto implica mantener relativamente

diferenciados los aspectos descriptivo, propio del diagnóstico, y explicativo,

propio de la investigación. No es que tengan que estar necesariamente

distanciados en el tiempo (o sea, admitiendo la posibilidad de que mientras se

explica también pueda obtenerse información descriptiva que ayude a tal

explicación y viceversa), pero sí es necesario (o, al menos, muy conveniente)

diferenciarlos lógicamente (o sea, en cuanto al aporte conceptual y a las

conclusiones que pueden obtenerse de cada uno de ellos).

Con esta salvedad puede decirse que el diagnóstico es previo a la

investigación. Necesitamos disponer de una información adecuada y suficiente

para poder generar una explicación eficaz. Por eso considero que la causa de la

mencionada circularidad estriba en la falta de información adecuada y

suficiente.

Además, respecto del fenómeno social (o del conjunto de los fenómenos

sociales) que pueda llegar a identificarse mediante la expresión “ universidad

de la calle ”, se observa la pluralidad, por lo general contradictoria, de

interpretaciones que genera su utilización, predominantemente popular.

Desde el punto de vista semiótico, el tema es fascinante; exige la

intervención constructiva del discurso social (o sea, no podemos empezar

percibiéndolo inmediatamente al fenómeno social, ya que requiere identificar

y aceptar alguna de las específicas semiosis desde las cuales se lo construye) y

abarca un entramado complejo y contradictorio de mundos semióticos posibles

(o de formaciones discursivas, en la terminología foucaultiana9), o sea, de

relaciones que generan una amplia dispersión de interpretaciones. Es una

oportunidad como hay pocas para mostrar el funcionamiento de la semiótica

en cuanto creación de sentido (o sea, como facultad cognitiva), para después

dar lugar a su desarrollo en cuanto metodología explicativa del proceso de

producción del significado que implica y de su eficacia (o sea, de la semiótica

como disciplina académica).

Por tanto, sugiero concentrar nuestros esfuerzos en la tarea de enfocar

ese primer aspecto descriptivo o de diagnóstico que nos permita saber de qué

se habla cuando se habla de la " universidad de la calle ”, conservando el

propósito de estudiar su explicación para cuando sepamos cuáles son y cómo

son esos múltiples (multiplicidad que, por ahora, es sólo una intuición)

fenómenos sociales que llamamos “ universidad de la calle ”.

Pero también un diagnóstico tiene hipótesis. Cuando buscamos

determinadas características de un fenómeno, esa búsqueda anticipa el

supuesto de que tales características se van a poder identificar perceptualmente

en un concreto fenómeno social y que tales características están formuladas

discursivamente (mediante iconos, índices o símbolos) en el concreto discurso

99. FOUCAULT, M., 1969, p. 44 ss.

9

social que le atribuye sentido al fenómeno en cuestión. Por lo tanto, todo lo

que se proponga como búsqueda en esta recopilación de información tendrá

que ser falsable, o sea, tal que pueda demostrarse, si tal fuera el caso, que no

se corresponde con ningún determinado fenómeno y/o que ningún fenómeno

determinado ha sido construido a partir de la circulación de ese determinado

discurso (esto viene a querer decir que no podemos atribuirle a los fenómenos

que tratamos de identificar como universidad de la calle características

metafísicas, éticas o estéticas, con independencia del contexto en el que se

manifiestan).

Hipotetizo, por tanto, que, entre otras muchas características, la

universidad de la calle habrá de ser:

a) generadora de aprendizaje;

b) generada (¿predominante o absolutamente?) mediante

comportamientos;

c) independiente de toda formalización o programación;

d) accesible a cualquiera;

e) ubicua (en cuanto puede manifestarse en cualquier lugar);

f) identitaria (en cuanto depende de cada contexto en el que se

manifiesta);

g) tiene como objetivo lograr el éxito (tanto como evaluación de la vida

de alguien, como en cuanto resultado de comportamientos parciales);

h) requiere ser visualmente (¿sólo?) percibible;

i) requiere ser reproducible;

j) no se imparte, pero se adquiere;

k) se la reconoce como enseñanza; o sea, se la interpreta por el

interpretante-intérprete como información (o conocimiento) utilizable.

Etc., etc., etc. ¿Con estas elementales y balbucientes características, se

empieza a identificar algún fenómeno social? ¿Qué otros rasgos serían

necesarios para que algún fenómeno social comience a adquirir presencia

conceptual (quizá para que pueda transformarse de percepción no consciente

en un existente identificable de modo que pueda formularse a su respecto un

juicio perceptual, en terminología peirceana, ya que lo que la facultad

semiótica proporciona, y la disciplina semiótica explica cómo, no es existencia

sino conocimiento?)

7

Reasumo la tarea de ir configurando lo que podemos entender (o sea, el

significado que actualizamos) por universidad de la calle, cuando hablamos de

“ universidad de la calle ”; o sea, qué construyo yo (y cada uno de nosotros),

como interpretante-productor, cuando utilizo esa expresión, y qué construyo

yo (y cada uno de nosotros) como interpretante-intérprete, cuando la leo (o

leemos) o la escucho (o escuchamos).

Como primera aproximación, tipo diagnóstico, se trata de identificar

situaciones sociales concretas, que puedan ostentar conjuntamente, las

características hipotéticas (o sea, que habrá que constatar si son éstas u otras)

propuestas en el punto anterior y las nuevas cuya exploración habrá de

proponerse. Todas estas características proyectan como referente10 el

fenómeno social que estamos tratando de identificar (agrupando fragmentos y

1010. JACKENDOFF, R., 1989, ps. 23-27

10

segmentando acontecimientos) con la designación de “ universidad de la

calle ”.

Como posible investigación, formularía en los siguientes términos el

problema que habrá de explicarse: en el lenguaje popular, se atribuye al

ámbito, fuertemente desprestigiado, de interacción social designado como

“ calle ”, las cualidades de excelencia atribuidas, en ese mismo lenguaje

popular, al ámbito de producción del conocimiento designado como “

universidad ”.

Las hipótesis que habrá que probar para explicar el significado

producido por la expresión “ universidad de la calle ”, en un primer esbozo,

podría formularse en los siguientes enunciados:

a) si determinada comunidad valora positivamente el aprendizaje de las

estrategias cotidianas de supervivencia y/o de éxito;

b) si determinada comunidad considera que dicho aprendizaje es ajeno

a la política pedagógica de la universidad institucional;

c) si determinada comunidad considera que el ámbito privilegiado de

percepción y adquisición de tales estrategias de supervivencia y/o de éxito es

el de la interacción social;

d) si determinada comunidad designa con el término “ universidad ” el

más importante ámbito de adquisición de conocimientos;

e) si determinada comunidad designa con el término “ calle ” el ámbito

de interacción social donde se aprenden las técnicas profesionales de

supervivencia y/o de obtención de éxito;

entonces:

el uso que hace determinada comunidad de la expresión metafórica

“ universidad de la calle ” no implica contradicción y resulta eficaz para

identificar un concreto espacio de aprendizaje fundamental.

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