“M’hijo el dotor” como hijo y protagonista de la universidad de la calle
Jorge Alberto Kulemeyer (CICNA-FHyCS Universidad Nacional de Jujuy – Grupo Yavi de Investigaciones Científicas) UNPA
jorgeak@hotmail.com
Resumen:
La UDELAC seguramente fue parte del pensamiento de una época ,de buena parte de la sociedad de nuestro país, sintetizado en la expresión “m´hijo el dotor”, que fue rectora en los ideales de una amplia franja social argentina de las últimas dos décadas del siglo XIX y las primeras siete décadas del siglo XX y ayudó a generar un modelo de país. Se trataba mayoritariamente de la primera o segunda generación de inmigrantes europeos que veían en la universidad, pública y gratuita, el instrumento para que sus hijos no tengan que sufrir la pobreza que ellos habían padecido. La opción más atractiva observable en el paisaje social de personas económicamente exitosas de la época, estaba dada por los “doctores”, en especial, abogados y médicos. Aparecía la posibilidad de que, sin el respaldo de una fortuna familiar, se podía ascender socialmente y lograr el ansiado bienestar económico. Esa sensación de la UDELAC de la necesidad de promoción social a través de estudios de profesiones liberales universitarias persistió (persiste) más tiempo en las zonas rurales y las zonas más pobres y con estructuras sociales más asimétricas del país. Puede que el balance de esa búsqueda de progreso personal y familiar haya resultado válido y exitoso en lo individual: abogados detentan el poder político (presidentes, gobernadores, legisladores, jueces son, mayoritariamente, de dicha profesión) que, en el siglo XX, solo han debido compartir por ciclos con los militares. Abogados, conjuntamente con médicos y, quizás en menor medida, contadores públicos, ostentan buena parte del capital económico vernáculo. En lo colectivo, como país (quizás precisamente por su génesis individualista), los resultados del modelo parecen no haber sido tan buenos. Muchas de las tierras de la pampa gringa, que fuera de aquellos que otrora soñaron con el “hijo dotor”, hoy están en manos de profesionales liberales que invierten los excedentes producidos en la ciudad sin tener la menor intención de radicarse en el campo para dedicarse personalmente a la actividad rural que, en muchos casos, fue el punto de partida de su historia familiar en Argentina.