4 AULAS TEMÁTICAS
4.4/ ESCENARIOS
[El listado completo de
los ESCENARIOS que se van esbozando puede encontrarse en
Escenarios.html]
4.4.2/ VIDA UNIVERSITARIA
Investigador a cargo: Dr. Jorge Kulemeyer
4.4.2.Ω/ CORRESPONDENCIA PREVIA
4.4.2.A/ INTRODUCCIÓN
4.4.2.B/ REGISTRO DE INFORMACIÓN
4.4.2.C/ PROCESAMIENTO
4.4.2.D/ CONCLUSIÓN
CORRESPONDENCIA PREVIA
4.4.2.Ω/1-De: Martín Acebal
2
Fecha: Vie Ene 6, 2006 7:17 pm
Asunto: UNIVERSIDAD DE LA CALLE Y SENTIDO PRÁCTICO
4.4.2.Ω/2-De:
Mirta Bialogorski 2
Fecha: Vie Ene 6, 2006 9:58 pm
Asunto: UNIVERSIDAD DE LA CALLE Y SENTIDO PRÁCTICO
4.4.2.Ω/3-De:
Grupo YAV 1
Fecha: Sáb Ene 7, 2006 11:45 am
Asunto: CV OCULTO
4.4.2.Ω/4-De:
Martín Acebal
3
Fecha:
Dom Ene 8, 2006 12:14
pm
Asunto:
UNIVERSIDAD DE LA CALLE Y CURRICULUM OCULTO
4.4.2.Ω/5-De:
Mirta Bialogorski 3
Fecha:
Dom Ene 8, 2006 6:36
pm
Asunto:
UNIVERSIDAD DE LA CALLE Y CURRICULUM OCULTO
4.4.2.A/1-INTRODUCCIÓN
UNIVERSIDAD DE LA CALLE.
DESCRIPCIÓN DEL ESCENARIO:
LA UNIVERSIDAD DE LA CALLE QUE DOMINA EL ÁMBITO UNIVERSITARIO
Investigador a cargo: Jorge Kulemeyer
La “universidad de la calle” es un concepto escenario de un sinfín de paradojas. Cuando intentamos buscar una definición, surge inmediatamente que la “universidad de la calle” tiene una existencia que es anterior al surgimiento institucional de la universidad e, incluso, a la concepción de las primeras calles. Los ingredientes que hacen a la esencia de la “universidad de la calle” no necesariamente existen por contraposición a la universidad y a la calle.
La “universidad de la calle” es un espacio cotidiano omnipresente en el que confluyen tanto la desbordante imaginación que asombra, mueve a la sonrisa cómplice, resuelve situaciones cotidianas de manera impensada (“el ingenio popular no descansa”), construye poder (“los espacios se ganan peleando”), hasta, por ejemplo, la lucha por sobrevivir (descripta en 1930 con cirujana precisión en el “Yira, Yira” de Discepolin).
La “universidad de la calle” incluye en su didáctica la adaptación a la realidad mediante artilugios y recursos que pueden brillantes y atractivos pero también torpes, violentos, despiadados. Es un conocimiento que, aparentemente, carece de sistematización. Quizás el primer intento de búsqueda de organización sistemática del saber y las experiencias populares estuvo dado en la creación de las religiones que, mediante el establecimiento de reglas que pretendían ser claras, permanentes y válidas para todos, procuraron en todos los casos constituirse en un sistema ordenado, contrapuesto a la informalidad.
Con el devenir histórico nace, con la creación de las universidades en tiempos medievales, un escalón más complejo, diferente, que tiene la decidida pretensión de construir conocimientos más elaborados a los que se generan en la calle y más útiles para la vida cotidiana y el desarrollo de la humanidad que los aportados desde la religión.
La universidad de la calle nunca dejó de estar y siempre va a seguir estando. En todas partes, en todos los escenarios. No es buena ni es mala en si misma. Es compleja, multifacética, es humana. La domina lo espontáneo sin por ello dejar de ser, en cada una de sus expresiones, producto de una historia cultural y de un contexto determinado.
Cuando las reglas de la universidad de la calle prevalecen en una determina institución universitaria más que en otras, dicha universidad tiene grandes dificultades para cumplir con su misión social y académica. En ello resulta clave la forma como se concibe, fundamenta y distribuye el ejercicio del poder al interior de la institución. Cada universidad, pública o privada, es diferente. De manera generalmente no programada, cada institución universitaria va generando su estilo propio, alcances y distribución de espacios en el manejo de los recursos intelectuales que provee la “universidad de la calle”. Muchas veces el éxito individual depende mucho más del buen manejo de las herramientas que ofrece la “universidad de la calle” y la universidad resulta una sumatoria de la medida de estos éxitos y fracasos más que de un proyecto conjunto. En estos ámbitos, la universidad como institución de base académica pierde, en la práctica, razón de ser y funcionalidad en tanto que los diferentes rendimientos de las instituciones universitarias se hacen más evidentes en esta nuestra “era del conocimiento y las comunicaciones” y no pueden ser compensados solo con mecanismos de la “universidad de la calle”. En estas instituciones tienen garantizado el fracaso las personas que intenten progresar en el sistema universitario usando como recurso fundamental aquello que, en la propia universidad, se les ha inculcado como el “camino correcto” para una trayectoria académica exitosa (estudiar, investigar, etc) en un marco de equidad. En la práctica los caminos son otros por lo que realizar la lectura correcta del sistema y las alianzas necesarias para instalarse exitosamente en la escala jerárquica que la realidad ofrece, requiere de adaptación (“hacete amigo del juez y llegarás a ser juez”) y, a su manera, de inteligencia. Los destinos individuales y, por ende, los del conjunto se deciden “rosqueando” (“rosquear” en la universidad son las negociaciones por la ocupación de cargos, recursos económicos, espacio de poder). En el “rosqueo” todo vale y pueden participar actores impensados para quien no conoce el sistema, donde no importa si se cuenta con formación académica, o si se pertenece al sistema universitario. Las consecuencias de esta dinámica de funcionamiento son que la universidad deja de tener protagonistas y contenidos que la diferencian en la calidad de la gestión de conocimientos en relación a otras instituciones que cumplen funciones educativas de la sociedad. Queda un membrete, un capital en inmuebles, un halo de prestigio que se pretende mantener como sacrosanto, un dinero que ingresa anualmente como presupuesto, una burocracia absurda y dominante y no mucho más.
Es claro que no se puede generalizar y que lo expuesto puede corresponder a una visión extrema de una realidad que tiene gradientes. En realidad el CONICET y todas las casas de altos estudios del país cuentan mayoritariamente con investigadores brillantes de bien ganado prestigio internacional y conductas intachables (en especial la UBA, por supuesto). El sistema universitario argentino funciona a la perfección, carece nepotismos y amiguismos, cada uno ocupa el lugar que ha ganado por mérito propio que, a pesar de los presupuestos insuficientes, es orgullo nacional.